jueves, 19 de febrero de 2009

MÁRTIRES DE LA VIVISECCIÓN.



Se calcula que más de un millón de gatos, perros, ra­tas, y ratones son utilizados en España, para experimentación científi­ca.
Según la OMS, de 900 productos farmacéuticos experi­men­tados con animales, só­lo 300 resultan válidos. Según una encuesta realizada por el Mi­nisterio de Industria y Energía, en 423 cen­tros de in­ves­tigación es­paño­les se trabaja con animales.
Los animales que el hom­bre utiliza para investigación, no son considera­dos como meros anima­les, sino como he­rramientas biológicas estandariza­das. Sin embar­go, son seres con un sistema nervioso casi idéntico al vuestro, con la mis­ma capacidad de sufrir dolor. Se les tortura en nombre de la Ciencia, para ali­mentar una deter­minada curio­sidad cientí­fi­ca. Quiero recordaros que Josef Mengele (el carnicero de Auschwitz) creía también que había seres inferiores para poder experimentar.
Algunos animales son operados, en algunas fa­cul­tades de veterinaria y en labo­ratorios científicos, hasta 30 ve­ces segui­das, sin aneste­sia.

Los ojos y la cara interna de las orejas de los cone­jos, se em­plean para analizar las reacciones corrosivas de los cosméti­cos, que más tar­de servirán para resaltar la belleza de la hembra del pri­mate humano.
Vuestras victimas son los conejos albinos porque son dóciles, baratos y tienen grandes ojos.
A los conejos, les arrancáis el pelo de encima de los o­jos, luego les sujetáis los parpados con clips y les rociáis uno de los ojos, cada día, con sprays. El otro lo dejáis intacto para poder compararlo con el ojo torturado.

La primera reacción es un abundante lagrimeo. Con los días, la córnea y la conjuntiva van cambiando; el conjunto se irrita, enferma y va quemándose y corroyéndose por la sustancia.
El ojo se convierte poco a poco en un foco de dolor intenso. Más tarde se queda ciego, hinchado y lleno de pus. Entonces es extirpado y examinado, en algunos casos con el animal vivo, para poder usar el otro ojo más tarde.
Se trata de encontrar una sustancia y una concentración de la misma que permita poder po­ner en la eti­queta del producto que utilizará la hembra del mono domestico, la siguiente fra­se: “no irri­ta los ojos".
Para poder hacer tal afirmación, antes se han tenido que quedar ciegos va­rios conejos.

El test de Draize deja ciegos a TODOS los cone­jos que se uti­lizan en el experimento.
Otros tests consisten en ir aña­diendo dosis del producto a experimentar, hasta que se llegue a matar al 50 % de los animales utiliza­dos. Los que experimentan estos tests mueren de una manera terriblemente agónica. A los animales se les suministran dosis orales (generalmente a través de un tubo insertado en su garganta) o a través de inyecciones, inhalación forzada o aplicación cutánea.
Usualmente se utilizan ratones, ratas, conejos, aves o peces, pero también se han usado gatos, perros y monos. Los tests suelen durar unas dos semanas (si los animales no mueren antes).
En estos mártires, vuestros científicos estudian convulsiones, lágrimas, diarrea, descarga y sangrado de los ojos y la boca.

Para otras pruebas, les afeitáis el pelo del lomo a los conejos y luego les aplicáis un esparadrapo sobre la piel, que se quita bruscamente. Se repite varias veces hasta que la piel es despegada, quedando en carne viva. Sobre la carne se echa el cosmético a probar (jabones, geles, desodorantes y lociones) y se cubre. Se observa la agresión química durante unos 10 días, estudiando las llagas, abriéndolas y cerrándolas de nuevo.

Vuestros lápices de labios se prueban en el recto de los cone­jos, produciéndoles unas úl­ce­ras tremen­das, y los sombreados de ojos se experimentan con hamsters, causándoles, también, terribles ul­ceraciones.


Tanto dolor, tanta tortura y tanta muerte para que vosotras os podáis considerar “más guapas”. Obtenéis vuestras “pinturas de guerra” (para vencer en la batalla de la seducción) a costa del sufrimiento de las demás especies.
Os pintáis vuestros hocicos con la sangre de otros seres vivos y os adornáis con sus lágrimas.
Para vuestros machos (y para vosotras) estaréis guapas por fuera, pero para mí y las demás especies que os contemplan ….estáis podridas por dentro.


En otras ocasiones experimentáis con hembras de diversos mamíferos preñadas para ver como un producto puede producir malformaciones o muerte del feto.
También os esmerais en los tests del proyecto Bion 12. La NASA tortura a chimpancés, clavándoles electrodos (agujas finas) en el cerebro ó músculos, repetidas veces, para poder hacer diversas mediciones.

A las ratas las es­polvoreais con un fertili­zante de nuevo uso, para comprobar que efecto tiene sobre los seres vi­vos.
Probáis espumas de afeitar, metiéndolas a presión en el estómago de animales. A otros les obligáis a inhalar laca para el cabello, hasta que caen en coma. A otras victimas les obligáis a ingerir champú y a los pobres conejos se lo echáis concentrado directamente a los ojos. Los dentífricos son obligados a ser tragados por ratas, cobayas y conejos. A los conejos (con ojos más sensibles que los vuestros) les obligáis a probar vuestras lentes de contacto y las soluciones de aplicación. También los bronceadores son probados sobre la su piel afeitada mientras se les bombardea con rayos ultravioleta para intentar provocarles un cáncer de piel.

Los perros "beagle" son uti­lizados para manipular sus vís­ceras de to­das las maneras imaginables. La raza "beagle", es la es­cogi­da­, por su pequeña estatura, y su docilidad. Ello los convierte en los mejores candida­tos para ser destripados. Como cada perro ya costaba en 1990 entre las 40.000 y las 50.000 pesetas, cada vez se recurre más, a los perros ca­l­lejeros, lo cual es a todas luces ilegal.
Las propias Uni­ver­sida­des y Faculta­des de veterinaria, se niegan en muchas ocasio­nes a faci­litar informa­ción sobre la procedencia de los animales utili­zados en el labo­rato­rio, para no tener que confesar la ilegal procedencia de mucho de su material de experimentación.

Los perros son abiertos de arriba abajo, mutilados, les son quebradas algunas de sus extremi­dades o vértebras, utilizando para ello un martillo mecánico, se les inocu­lan virus de todo tipo, en diferentes fases de estudio, se les somete a trans­plan­tes de cabeza, o de diversos órganos, se les obliga a tragar el humo de dece­nas de pitillos, uno tras otro, o se les alcoholiza, for­zándoles a tra­gar alcohol en grandes dosis.
En ocasiones, se libera al perro enjaulado para disparar, acto seguido, contra él. Se trata de averiguar el efecto producido por el impacto de un nuevo tipo de bala. Al pobre animal se le utiliza para ver el tipo de desgarros que ocasio­na el proyectil, y el tiempo que tarda en morir.
Y luego me vendréis con el cuento de que el ser humano es el paradigma de la bondad.

Los bonobos creemos fervientemente que el derecho a no ser tor­tura­do no per­te­ne­ce únicamente al primate humano. En realidad, cuanto más clara se vea la diferencia entre un animal y una piedra, menos se debe­ría tratar al animal como a una piedra.
Lo malo es que a vosotros os cuesta en muchas ocasiones saber diferenciar entre una piedra y un animal.

1 comentario:

Laika dijo...

TENEMOS QUE ACABAR CON ESTA TORTURA.
Animo a las lectoras de este pequeño rincón a que vean la belleza como la naturalidad de una misma.Utilicen productos biológicos (que no testen con animales )como dentríficos, cremas, perfumes... Tal vez tengamos que movernos un poco mas por el barrio para encontrar estos productos naturales, pero merece la pena, simplemente por sentirnos agusto con nosotras mismas o porque los animales esperan nuestra respuesta en los laboratorios. Saludos a tod@s aquell@s que luchan por la liberación animal!!!!