domingo, 29 de julio de 2012

EL OPIO DEL PUEBLO

 

Cuando llegué a vuestro país para estudiar el comportamiento del mono domestico enseguida me percaté de que erais unos simios muy peculiares. 
Observando con atención vuestras idas y venidas, vuestras reacciones y vuestra relación con los de vuestra especie y con los demás animales, uno llega a la conclusión de que gran parte de vuestro comportamiento social es digno de estudio por lo complicado, sorprendente, estúpido e hilarante...y las más de las veces deprimente.

En vuestro país, al igual que en otros países, cuando llega el fin de semana miles y miles de monos domésticos se dirigen en masa hacia un enorme edificio.   Muchos de los peregrinos llevan banderas y bufandas de determinados colores y se comportan como autistas.  Unos utilizan unos cables que conectan sus orejas con un receptor de bolsillo mientras otros discuten sobre el extraño espectáculo que están a punto de presenciar.
Durante casi dos horas permanecen sentados alrededor de un rectángulo de pasto donde observan entre gritos, silbidos, cánticos, insultos, risas y lagrimas...como veintidós monos se disputan una esfera que deberán introducir con los pies dentro de una "cueva" formada por redes.   
Uno se queda con la boca abierta cuando ve la inmensa alegría que les invade cuando logran meter la bola dentro de las redes contrarias... todo son gritos, saltos, besos y abrazos entre amigos o incluso entre desconocidos.

 

La masa se limita a ejercer de voyeur mientras los del rectángulo juegan y practican deporte.    Lo curioso e insólito del caso es que los que están sentados sin hacer nada pagan un dineral por limitarse a mirar, mientras que los que gozan jugando reciben millones de euros por divertirse.    
Los bonobos tenemos claro que ningún gorila, chimpancé, orangután o bonobo disfrutaría ejerciendo de mirón en un espectáculo tan caro y absurdo.



 Otra cosa que me llama la atención es que muchos de los monos domésticos que acudís a un estadio de fútbol os lleváis de casa todo tipo de banderas de cariz político.

Lo que es sorprendente, por lo estúpido, es que sólo sacáis estas banderas cuando vais a actuar como "figurantes mirones" del juego de pelota, en ningún caso os lleváis  las banderas cuando vais al cine, al teatro, a misa, a cenar, a pasear, a la playa, a la piscina, a comprar, etc.

Si me argumentáis que algunos interpretan una confrontación deportiva como una batalla entre dos ejércitos, aun podría entender que en un encuentro de primera división de vuestro país fuerais con las banderas de vuestras comunidades respectivas, pero que alguien me explique por qué en ocasiones veo a monos domésticos que acuden con banderas españolas a presenciar un partido entre (pongamos por ejemplo) Valencia y Sevilla, ya que me queda muy claro que no se trata de un partido internacional.. Entonces ¿Qué hace allí una rojigualda?  
Por lo que a mi respecta, en estos casos extremos, este "detalle" me es de gran utilidad, pues me ayuda a descubrir con exactitud (y con toda seguridad) en que parte de la gradería se encuentra un "facha".

La influencia de esta "actividad ajena" que llamáis fútbol os ha calado tan profundamente que muchos de vosotros habéis quedado poseídos por el fútbol de la misma manera que os han atrapado las religiones.   De hecho, para gran parte de la masa de simios domesticados, el fútbol ha pasado a ser religión.

Llega el domingo y vais por la mañana al templo para ver a vuestro chaman practicar rito y magia negra...y por la tarde cambiáis templo por estadio para ver a vuestro equipo jugar a la pelota.    Cierto que cada domingo son minoría los que van al templo, pero en cambio, al estadio acudís en masa para transformaros en posesos a los pocos minutos de sentaros en las gradas. 


Para muchos de vosotros el fútbol es una "religión" que os transforma las vidas los fines de semana y que os tiene aun más idiotizados que el propio cristianismo.    No me cabe la menor duda de que, de hecho, os interesa muchísimo más el fútbol que la religión que, por razones geográficas os ha tocado practicar en vuestro país.   

Para convenceros de ello sólo tenéis que pensar en el espacio que al fútbol le dedican las televisiones en los telediarios, debates y otros programas, y cuanto tiempo dedican a la religión durante la semana.   
Cada semana se retransmiten todos los partidos de Primera División por radio y televisión....y, en algunos casos, se retransmiten en casi todas las radios a la vez.  Ni por asomo esperaríais el mismo seguimiento de vuestras misas católicas.
Tenéis varios periódicos y revistas dedicados al fútbol... y ningún diario o revista de tirada apreciable dedicada a la religión.    
En vuestro fanatismo, sois capaces de hacer largos desplazamientos de miles de kilómetros los fines de semana para seguir a vuestro equipo.   Estas frecuentes "peregrinaciones" nunca las haríais por vuestra religión.
En vuestro dormitorio tenéis más posters de vuestros ídolos deportivos que estampas de santos y en vuestras carpetas de estudiante destacan por su presencia las fotos de las estrellas de vuestros equipos mientras no os queda espacio para colocar ningún símbolo religioso.
El fútbol es pues, sin la menor duda, vuestra religión dominante.

Algunos sois tan bobos que no os dais cuenta de que vuestro adorado equipo no es más que una empresa (cuando no una multinacional) que manejan desde los despachos unos directivos y desde el campo de juego un puñado de mercenarios que viven a costa vuestra.
El colmo de los colmos se da cuando algunos de vosotros disponéis ser enterrados o incinerados con la camiseta de la empresa deportiva que os ha comido el coco en vida y que vuestras cenizas sean dispersadas al viento en las cercanías del campo de juego de vuestra multinacional preferida.    


Estas mismas empresas, ávidas de vuestro dinero, explotan vuestro fanatismo ofreciéndoos una zona de columbarios en el propio estadio para que dejéis allí vuestras cenizas para siempre.

Para los bonobos que os observamos, la situación es tan divertida como si ordenarais ser incinerados con la camiseta de Correos o de la Compañía Telefónica, para posteriormente arrojar vuestras cenizas dentro de un buzón de Correos o enterrarlas junto a un poste de teléfonos.

Cuanto más os conocemos, más satisfechos estamos de no pertenecer a vuestra especie.