martes, 1 de enero de 2008

SOBERBIA HUMANA



Sois soberbios, os proclamáis reyes de la creación, contáis a quien os quiera escuchar que estáis hechos a imagen y semejanza de Dios y que sois inmortales en espíritu. Proclamáis que tenéis un alma que sobrevive eternamente a vuestra muerte a la vez que sin el menor sonrojo os atrevéis a negar un alma a los demás animales.
El alma es sólo para vosotros… ¡ no faltaría más ¡.

Entro en vuestras iglesias y veo por doquier imágenes de vuestros dioses esculpidos a vuestra imagen y semejanza. Para insultaros utilizáis nombres de animales, mientras que para vosotros ser “humano” significa el paradigma de todo lo bueno, de lo mejor. ¡Que vergüenza ¡
Entro en los cementerios y veo con asombro que en el colmo de vuestra soberbia de especie levantáis monumentos y esculturas a vuestros cadáveres.

Desengañaros, ¡ No sois reyes de nada ¡ …. Y menos de lo que llamáis “Creación”.
No podéis erradicar el cáncer. Lo intentáis, pero no sois capaces de dar con la vacuna contra el sida. No podéis con el ébola, y un modestísimo animal unicelular, el Plasmodium malariae, os aniquila sin solución año tras año a millones.. Sois incluso esclavos de vegetales… os esclaviza y mata la planta del tabaco y la elegante amapola del Papaver somniferum.
Lo más patético es que aparte de perder vuestras luchas contra bacterias, virus, protozoos y plantas, os asesináis unos a otros en interminables masacres por ideas, políticas o religiosas.

Me habláis de una especie triunfante ¿Cómo podéis hacer tal aseveración cuando, según la FAO, cada año se os mueren 5 millones de vuestras crías víctimas del hambre… a razón de casi 14.000 niños por día? ¿Son esos números los propios de una especie triunfadora?
La única vez que os veo bajar de vuestro pedestal y tocar de pies en tierra es cuando os oigo decir en los entierros y con cara de circunstancias… “¡¡No somos nada !!”

Además de animales sociales y culturales, no os olvidéis de que sois animales domésticos… sí, ya se que muchos de vosotros arrugareis el morro al oír la palabra “domésticos”. Pues si no os gusta sólo tenéis otra alternativa, “salvajes”.
¡Seguro que ya os parece mejor la primera ¡
Estáis domesticados y esclavizados por vuestras propias leyes. Códigos penales, códigos civiles, códigos religiosos, códigos de circulación…etc. Todos ellos con amenazas de multas, prisión o incluso muerte en caso de infracción. Infracciones que en algunos casos se pagaran con penas eternas en el ¡ infierno ¡ según os dictan los brujos de la tribu.

Me divierto siguiendo a los humanos andando por la calle, de repente se paran todos a la vez. Se lo ordena una máquina, una máquina que llaman semáforo y que acaba de adquirir el color rojo. Ahí tenemos a los “reyes de la creación” esperando nuevas órdenes del semáforo para poder seguir caminando. Finalmente la máquina en verde les da permiso para moverse de nuevo.
Vuestras maquinas, códigos, mandamientos y leyes, más que de libertades ganadas os hablan de libertades perdidas.

Os portáis mal, muy mal. Leed cualquier periódico, y tendréis una relación del comportamiento del primate humano el día anterior. Da pena leerlo, y da más pena el ver vuestra cara de indiferencia al leer.
¿Conocéis a otro animal que se porte mal… aparte de vosotros? ¿Conocéis a algún otro animal que destruya la naturaleza? La evidencia nos muestra que destruís todo lo que pisáis y tocáis.
En 1900 había 2 millones de chimpancés y 325.000 orangutanes, hoy sólo quedan 120.000 v 25.000, respecti­vamente. Entre los gorilas y los orangutanes, el pano­rama es aún peor. En cambio, vuestra especie que había llegado a lo largo de miles de años de existencia a la cota de 1.650 millones de habitantes en el año 1900, en sólo cien años más, se ha disparado hasta los 6.500 millones. Cada día hay 210.000 humanos más y millones de otros seres vivos menos. Se calcula una proyección de crecimiento humano que os llevará a los 9.076 millones en el 2050 ¡
¿Dónde os vais a meter?




El hombre se multiplica incesantemente, se extiende como un tejido vivo de células que se multiplican sin control, destrozando todo lo que toca a medida que progresa. Se diría que se comporta como un inmenso cáncer de la Naturaleza. Un cáncer que se llama… HUMANIDAD.
Un cáncer que expande sus metástasis sobre los bosques, ríos, mares, capa de ozono, etc. y que, a medida que los va invadiendo los va destruyendo. Poco a poco terminareis por ahogarlo todo en vuestros propios deshechos.


Vuestra soberbia os llevó en épocas pretéritas a afirmar, sin pes­tañeo, que el hombre habitaba en el centro del Universo en un planeta Tierra que era discoidal y plano y, como no, que en torno a él gira­ban todos los astros del cielo. La ciencia se encargó de de­mostrar que la Tierra no era plana sino esférica; que lejos de ser única, era una entre otros nueve planetas y que junto con ellos giraba alrededor del sol, el cual, a su vez, era una estrella de regu­lar ta­maño entre un total de unas 150.000 millones de estrellas de una determinada a­glomera­ción denominada Vía Láctea que, a su vez, no era algo muy es­pe­cial pues­to que existían otros varios millones de galaxias espar­cidas en la infi­nidad del Universo.

Una vez confirmada la modestia de vuestro subs­tra­to, no os quedaba otro remedio para alimentar la soberbia de vuestro ego, que defi­niros con ayuda de la Historia, la Filosofía, la Reli­gión y las Ar­tes, como un ser superior a todo lo vivo, "Rey de la Cre­ación" y per­so­na­je casi excelso.

Como cura de humildad, me gustaría que os hicierais la siguiente consideración… si se diera la posibilidad de que todas las especies pudieran votar democráticamente que animal hubieran deseado que nunca hubiese llegado a existir…. ¿a qué especie escogerían?
Seguro que habéis dado con la respuesta correcta. Eliminarían la vuestra. Todos votarían contra vosotros, seria un voto unánime. Todos se manifestarían contra la especie que les poluciona su hábitat, ya sea terrestre, acuático o aéreo. Contra la que les tala, arrasa y quema sus bosques. La que les arranca esta piel que poseen para confundirse en la naturaleza y que vosotros usáis para distinguiros socialmente entre los vuestros.

Y esta es, os guste o no, la opinión que he podido pulsar, no sólo entre mis hermanos bonobos, sino entre el resto de seres que os acompañan en vuestro corto tránsito por este mundo.




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