martes, 16 de marzo de 2010

DOMESTICADOS PARA LA AGRESION


Los procesos de aprendizaje ejercen una enorme influen­cia en la evolución de la conducta agresiva de los animales.

Un ejemplo clá­sico es el adiestra­miento de ratones mediante el triunfo en las peleas. Aunque estos no obtengan más que la victoria y la expulsión del congénere, bastará para convertirlos en ani­males agresivos.


También a la inversa, con ayuda de la derrota y otros cas­ti­gos, se podrán obtener ratones pací­ficos. Si esto fun­ciona en los mamí­feros que vosotros llamáis "inferiores", hemos de esperar algo parecido en el primate humano.


En la formación del comportamiento agresivo tiene una gran impor­tancia, en primer lugar, el aprendizaje del éxito; le sigue el del modelo so­cial y por último la educación dirigida sobre el pre­mio y castigo.

El aprendizaje ejerce una gran influencia en la evolu­ción de la agresividad en los animales. Si a los rato­nes los adies­tramos para obtener el triunfo en las peleas, se les convierte en animales a­gre­sivos, mientras que de los derrotados obtendremos anima­les pacífi­cos. Scott ha obte­nido ratones que son capaces de mos­trarse agresi­vos hacia cualquier oponente (por muy fuerte que este sea). Para ello trucó una serie gradual de peleas a fin de que en cualquier caso ob­tuviesen la victoria. Demostró que el ratón que ha luchado y ven­cido en un pasado, tendrá más seguridad en sus fuerzas, y con ello más posibilidades de victoria en sus luchas futuras. Tam­bién demostró que sus animales a­prendían a luchar luchando, a no lu­char no luchando y a vencer vencien­do.

En el desarrollo normal del niño el apren­dizaje de imi­ta­ción tiene una extraordinaria trascen­den­cia. Los niños se identi­fican con el progenitor de su mismo sexo sin necesidad de presi­ones educati­vas, lo imitan por decisión propia, po­siblemente en virtud de una dis­posición innata para el aprendizaje. Además, los a­dultos de vuestra especie e­jercen tam­bién una tarea educacional moldeando directamente la acti­tud funda­men­tal de los niños.

En los pueblos be­licosos (como los eu­ropeos), se enseña a los niños a ser intolerantes y a respon­der a las agresiones con agre­si­ón. Lo mismo sucede en mu­chos otros pueblos esparcidos por los lugares más recónditos del mundo.

Eibesfeldt filmó a un niño Himba, del África Sudoc­ciden­tal, al que otro niño había pegado. El agredido corrió llorando hacia su cabaña. Su abuela le entregó un palo y le ordenó apa­lear a su a­gre­sor. El niño no se atrevió a hacerlo y lloró con más fuerza; su a­buela le propinó una bofetada y lo sacó de la choza.


Entre los belicosos indios Waika, Eibesfeldt, recogió muchos docu­men­tos de este tipo.


A una niña a la que su hermano había golpeado, su madre le entregó un palo para que a su vez le pegara. Como éste era ma­yor y más fuerte que ella, la madre lo sujetó. Acto se­guido demostró a la pequeña como podía morder a su hermano, y le exhortó a hacer lo mis­mo.

En muchas culturas las madres humanas no sólo incitan a los pe­que­ños a tomar venganza, sino también a la agresividad, burlándose de ellos y excitándolos hasta enfurecerlos.

Chagnon, refiere como, con motivo de una fiesta los mu­cha­chos Wai­ka (yanomami) de 8-15 años de edad, fueron obligados a dar vueltas alre­de­dor del pueblo, luchando entre ellos. Los que por miedo a las he­ridas se ne­garon a hacerlo y escaparon, fueron traídos a ras­tras por sus pa­dres y obligados a pe­garse, "...A los primeros golpes se pusie­ron a llo­rar, poco después el miedo dio paso a la furia y al final se apalea­ron con ver­dadero entusiasmo, chillándose y revolcán­dose en el suelo mie­n­tras sus padres los enar­decían con gritos de ánimo...".



Los niños Waika se identifican en sus juegos con el rol del adul­to. Disparan flechas sin pun­ta, im­itan los bailes de los mayores y se golpean en la cabeza con palos de ma­dera blanda en un intercam­bio de golpes que responde a las re­glas que siguen los adultos en sus torneos.


Sois una especie agresiva y por ello son agresivos también vuestros dioses y vuestras religiones. La palabra “venganza” es una de las más utilizadas de vuestro léxico. Pedís más agresividad a vuestros deportistas y a nivel de negocios triunfan los ejecutivos agresivos.

En horario infantil vetáis las escenas de sexo y en cambio no hacéis lo mismo con las escenas en las que impera la violencia.

Sois tan imbéciles que mientras censuráis la visión de un matrimonio haciendo el amor (incluso más allá del horario infantil) permitís sin pestañear que se pueda ver como la esposa envenena a su marido o como el marido mata de un disparo a la esposa. Prohibís el acto máximo de amor y exhibís el acto máximo de violencia, como norma.


Tanto si sois monos domésticos como monos a medio domesticar (culturas Himba, Waika, etc.) vuestros ritos culturales y sociales destilan agresividad y violencia. Agredís a la naturaleza y os agredís a vosotros mismos… Os pasáis la vida de guerra en guerra. Así escribís vuestra historia y así os va en la vida.

Afortunadamente los bonobos tenemos filosofías muy diferentes a las vuestras.

Vuestro mundo es un mundo de odio… en el nuestro sólo impera la camaradería y el amor.

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