lunes, 22 de febrero de 2010

LA AGRESIVIDAD DEL CONDUCTOR



Los animales humanos podéis expresar también vuestra agresividad, a través de la conducción de un automóvil. No son pocos los individuos de vuestra especie que se transforman completamente, tan pronto como se sientan frente a un vo­lante.


Hace unos años la Dirección General de Tráfico encuestó a 5.647 au­tomovi­listas, preguntándoles sobre que sensaciones experimenta­ban con­ducien­do. Un 1,4 %, manifestó que experimentaba cansancio, un 19,8 % domi­nio, el 21,5 % agresividad y el 30,8 % ansiedad.

Es esta en­cuesta, eran precisamente los conduc­to­res que más corrían los que reco­nocían la agresividad como la sensa­ción más predominante. Uno de cada diez en­cuestados confesó que bus­caba delibe­radamente el riesgo y experimentaba placer provocán­dolo. Los más altos porcentajes de este tipo de con­ductores corres­pondían a jóvenes.


El resul­tado del estudio efectuado por el sociólogo in­glés F.A. Whitlock ba­sado en datos oficiales pertenecientes a 27 países (la ma­yo­ría de e­llos europeos) revelaba que las sociedades del primate humano más agresivas eran las que tienen más accidentes de tráfico. Whitlock, utilizó como indicadores de agresividad los asesinatos, suicidios, atracos y otros hechos vio­lentos.


Un conductor agresivo disfruta hu­mi­llando a otros con­duc­to­res, al pasarles a más velocidad. Apretar el acelerador a fondo le produce una sensación de potencia, dicha sensación se ve incrementada cada vez que va pasando a otros conductores. Es una forma de batir a un supuesto rival. No hace falta decir que es intolerante con sus compañeros de ca­rre­tera, a los que no perdona errores, mientras los provoca abusando del claxon. Algunos de los desafiados impiden los adelantamientos con maniobras específicas o aumentando la velocidad, lo que complica la situación.

Saltarse las señales de tráfico repre­senta para el conductor un desafío a la au­toridad y el placer de vivir una aventura peligrosa. El no ser detectado en la infracción lo interpreta como un triunfo sobre el poder establecido. Se considera vencedor del “pulso” que ha echado a la Ley.


Las caracterís­ticas psicológicas en la conducta de los conduc­tores con tendencia a sufrir accidentes y cometer infracciones, son las sigui­en­tes: inesta­bilidad emocional, impulsividad, irritabili­dad, estrés, an­siedad, frustración y alta agresividad social.


Cuando se superan los 150 kilómetros a la hora, el con­duc­tor regis­tra un aumento de ciertos niveles fisiológicos, con un mayor es­trés, agre­sividad y desgaste físico. Sube la temperatura del cuerpo, aumen­tan los latidos del corazón, y se agravan las alteraciones visua­les. Se produce el llamado "efecto túnel", al observarse el fondo de la ca­rre­tera, pero no los laterales. Ello provoca gran número de accidentes.


El desafío a los demás, unido a vuestra agresividad y al hecho de estar sentados ante un volante, os lleva en ocasiones a matar …..y a mataros.

El exceso de velocidad y el despre­cio a las señales de trá­fico son los factores principales causantes de accidentes. El 37 % de los ac­ci­dentes ocasionados por sa­lida de la vía, y el 46 % de las muer­tes que este tipo de siniestro oca­siona, se deben al exceso de ve­loci­dad.


Las je­faturas pro­vinciales de Tráfico de Catalu­nya tra­mitaron en dos años (1986 y 1987) más de 350.000 sanciones por exceso de ve­loci­dad. Las multas generadas por los radares suponen el 30,9 % del total de in­fracciones per­se­guidas en las carre­teras catala­nas.

Entre los años 1964 y 1986, las carre­teras españolas se co­bra­ron, 129.000 muertos y 2.200.000 heridos (según datos facilitados por la Di­rec­ción General de Tráfico de aquella época).

Por aquellos años, en la ciudad de Madrid se producía un accidente cada 45 mi­nutos, y cada hora un madrileño resultaba herido.

La cifra de muer­tos aumentaba año tras año. En 1985 murieron en las calles de Madrid 120 ciudada­nos por acci­dente de tráfico (cifras oficiales), en 1988 los muer­tos fue­ron 155, y en 1989 fueron 157. En cinco años (período com­pren­dido en­tre 1985 y 1990) murieron en la capital de España 704 perso­nas a cau­sa de acci­dentes de tráfico.

Las cifras de muertos a nivel estatal eran verdaderamente espan­tosas. Durante 1989 fallecieron más de 7.000 personas, y cerca de 170.000 re­sultaron gravemente heridas. El coste económico de estos ac­cidentes ascendió al billón de pesetas por año.


Durante el año 1986 en siete países de Europa (Francia, In­gla­terra, A­le­mania, España, Italia, Grecia y Holanda), se dieron 1.077.214 acciden­tes, con un resultado de 1.444.348 heridos, y 45.302 muertos. Tres años más tarde, en 1989, la cifra se había disparado ya hasta los 68.000 muertos, mientras otras 150.000 personas quedaban in­válidas pa­ra el res­to de sus días. A nivel mundial los muer­tos por ac­ci­dente de tráfico pasaban de los 300.000 por año, superando los heri­dos, los 15 mi­llones ¡¡¡.


A la vista de tanta masacre, en los EE.UU., se deci­dió reducir los lí­mi­tes de ve­locidad a 90 ki­lómetros por hora. Gra­cias a esta dispo­si­ción, la mortalidad descendió un 20 %.

En Italia la gran canti­dad de muertos y de acciden­tes, pro­ducidos durante el verano de 1987, impul­só al ministro Enrico Fe­rri a de­cre­tar un límite de velocidad de 110 Km./h. en autopistas, y 90 Km./h. en las carrete­ras, con controles electrónicos, y multas de hasta 100.000 pesetas de aquellos años.

El resultado de estas medidas se hizo paten­te en el verano de 1988. Durante este período, hubo en las carrete­ras ita­li­a­nas 2.112 acciden­tes menos, con un ba­lan­ce de 116 mue­rtos y 2.113 he­ri­dos menos que en el verano anteri­or, a pe­sar de haber con­tado con 25.000 automóviles más en el tráfico.


Vosotros, los monos domésticos, creéis que este número de muertos y accidenta­dos es el pre­cio a pagar por el aumento del tren de vida, que exige cada día ma­yor velocidad de traslación, y desplaza­mientos más largos. Sin embargo, analizadas las cifras, vemos que en la lista negra de muer­tos en carre­tera se destacan tres países, y estos son, precisamen­te, España, Grecia y Por­tu­gal ¡¡¡ En los países más desarrollados hay menos muertos, al ha­ber una ma­yor seguridad vial.



En Suiza, en 1971 hubo 1.773 muertos; mientras que en 1985 fueron, sólo, 908 (casi la mitad). Sin embargo durante es­te período el tráfico aumentó un 600 %. Las cifras hablan por si solas…

Y las diferencias son aun más significativas si añadimos que la estadística oficial que se da para vuestro país, España, es total­men­te fic­ti­cia, pues­to que mientras la Dirección General de Tráfico ma­ni­festaba que en 1986 murieron 5.419 personas, las compañías de segu­ros pagaron en el mismo año indemnizaciones por 9.830 muertos, según fuen­tes de la U­nión Es­pañola de Empresas de Seguros (UNESPA).

Estadísticamente, 30 de cada 100 automóviles (de uso frecuente) tienen un siniestro al año. Ninguna de es­tas estadísticas con­cuerda con las oficiales,...siempre más optimistas.

¿Cómo pueden darse tales diferencias? La explicación es sencilla, el desajuste entre las cifras oficiales y las reales, se debe a que las listas oficiales no hacen constar a los accidentados que son lleva­dos directamente al hospital, sin la intervención de la poli­cía. Y por lo que hace a las cifras de muertos, sólo se tienen en cuenta las muer­tes que se dan a pie de carretera. No cuentan, por tan­to, las que se producen a las pocas horas de haberse dado el acci­dente, una vez las víctimas han sido trasladadas al hospital.



En el lugar del accidente suele fallecer el 25 % de las víctimas. Durante las siguientes 24 ho­ras, tras la llegada al hospital, fallece otro 50 % (que ya no cuenta en las estadísticas). Como mues­tra valga un ejem­plo: La Jefatura Provin­cial de Trá­fico, registró en Sevilla, para el año 1989, sólo 6.112 per­sonas accidentadas, cuando en realidad la ci­fra fue de 11.988 (casi el doble), con lo que se pone de evidencia que 5.876 víctimas no fueron registradas. Se da, además, el caso, de que muchos de los im­plicados en accidentes evitan el con­tacto con la poli­cía, para escapar a las pruebas de alcoholemia, o para no ser acusados de culpabilidad, con lo que no queda constan­cia ofi­cial del accidente.


¿Qué hacer para reducir el número de accidentes y las continuas masacres en vuestras carreteras?

Muy sencillo. Con reflexiones y buenas palabras poco se conseguiría puesto que, como os venimos demostrando, los primates humanos destacáis poco por vuestra inteligencia y buena voluntad… por mucho que vosotros prediquéis justo lo contrario… a las cifras de muertos me remito…

La solución esta en seguiros domesticando a base de ordenes, más leyes, castigos, multas y cárcel. Es lo único que entendéis. Como animales domésticos que sois, eso es lo que os va. Y, efectivamente, esta estrategia ha funcionado a la perfección. Los siniestros se han reducido drásticamente (disminuyendo el número de heridos y muertos) gracias a teneros más vigilados, más perseguidos y más castigados.


Se os impuso el uso obligatorio del cinturón de seguridad, tanto en los asientos de delante como en los de detrás. Se colocó un bosque de radares (fijos y móviles) en vuestras carreteras. Se multiplicaron las patrullas de vigilancia en carretera. Se instauraron las pruebas de alcoholemia y de detección de droga. Se castigó el uso del teléfono móvil durante la conducción. Se penalizó el uso de auriculares para escuchar música. Se prohibió circular a más de 80 km/h en algunas ciudades y se crearon tramos de velocidad variable (siempre a menos de 80). Se creó el carné por puntos. Y se aumentaron las penas de prisión, especialmente para los reincidentes, y las retiradas de carné.

La domesticación del mono conductor surtió su efecto.


Desde julio de 2006 a febrero de 2009, un total de 178.787 conductores perdieron algún punto por conducir utilizando cascos o auriculares conectados a aparatos receptores o reproductores de sonido, o por utilizar manualmente el teléfono móvil o cualquier otro dispositivo incompatible con la atención a la conducción. De ellos, 7.769 fueron reincidentes.

En el mismo periodo, 143.076 conductores fueron penalizados con la pérdida de puntos por no utilizar el cinturón de seguridad o dispositivo de sujeción homologado, siendo 5.907 reincidentes.

Por otro lado, 2.036 conductores fueron penalizados por circular con un mecanismo destinado a eludir la vigilancia de los agentes de tráfico, con 42 reincidentes.


El alcohol está presente como factor concurrente o determinante en un tercio de los accidentes mortales de tráfico. Según Toxicología, el alcohol acompañaba al 31% de los conductores fallecidos en 2008.

La evidencia de que el conductor tiene más de 0,60 miligramos por litro de aire espirado lo conduce directamente a la cárcel".

En los últimos 12 meses, 19.393 automovilistas han sido detenidos por circular bebidos, y 2.546 monos domésticos ingresaron en la cárcel.

Tras ser condenado, el automovilista queda con antecedentes penales, como cualquier otro delincuente.

Entre el 6 y el 19 de julio del 2009, 702 automovilistas fueron pillados sobrepasando con creces el límite de alcohol (0,25 miligramos por litro de aire espirado) y cruzaron la línea del delito. El año pasado (2009) la Guardia Civil de Tráfico denunció a 95.000 conductores que superaban el límite legal permitido de alcohol.

Más de 50.000 personas han perdido ya el carné al agotar todos los puntos. Para estos, se habilitan cursos especiales de “redomesticación” para recuperar un saldo parcial o total de los puntos. Después de asistir a estas clases tendrán que estar tres años sin cometer infracciones graves o muy graves para obtener los dos puntos adicionales.

El carné por puntos acaba de cumplir tres años y el balance resulta esperanzador: ha contribuido a que los muertos en carretera hayan descendido en torno al 40% tomando como referencia las cifras de 2006,

Un sector particularmente castigado es el de los jóvenes monos domésticos de vuestro país. En la última década, 15.000 personas de entre 15 y 29 años han fallecido sobre el asfalto. Un joven español tiene el doble de posibilidades de sufrir un accidente y morir que un sueco o un inglés. Los jóvenes automovilistas españoles son aproximadamente el 20% del censo de conductores y soportan más del 36% de las muertes en accidente de tráfico y el 42% de los heridos graves. En el 2009 murieron 730 menores de 35 años.

Entre julio de 2006 y finales de enero del 2009, 29.335 jóvenes de entre 14 y 24 años perdieron todo el saldo de puntos del permiso, el 37,2% del total.

Debe reseñarse que, atendiendo a la siniestralidad, el carné por puntos otorga cuatro créditos menos a los automovilistas noveles.

Las pólizas de los seguros suelen poner trabas a los conductores poco expertos. Algunas compañías los rechazan sistemáticamente.

Las estadísticas indican que el consumo de cannabis se ha duplicado en los últimos 10 años; mientras que en el caso de la cocaína, se triplica. Los efectos de ambas son demoledores sobre la visión, la percepción y la reacción.


Los jóvenes se accidentan sobre todo los fines de semana: el 60% de los siniestros mortales de este grupo de edad sucede entre el viernes y el domingo, y de éstos la mitad tuvieron lugar entre las doce de la noche y las seis de la madrugada.

Los conductores más jóvenes se accidentan más cuando van acompañados y los adultos, son más propensos a estrellarse cuando viajan solos.

El joven, por naturaleza, es competitivo, exhibicionista (sobre todo si le acompaña una hembra), buscador de emociones, amante del riesgo. Sobrevalora su capacidad y cree que “controla”.


Son los jóvenes machos de vuestra especie quienes presentan una tasa de mortalidad más alta, cuatro veces superior a la de las vuestras jóvenes hembras. Los machos tienden a sobreestimar sus habilidades y se dejan influenciar más por los amigos. ….Es la típica lucha por estatus tan generalizada en el mundo animal.


En muchos casos la inmadurez física y emocional mezclada con un tipo de vida centrada en la autoafirmación, en la competición, el exhibicionismo y la necesidad de ser aceptado por el grupo, lleva a los jóvenes a ponerse en peligro. Se sienten inmortales.


Son bastantes los jóvenes que afirman que no temen tener un accidente y matarse. Les preocupa más perder los puntos y tener que pagar una multa. O hacer el ridículo ante sus amigos al no mostrarse osado. Otros afirman que sólo se moderan con la bebida si saben que hay controles y que si estuvieran seguros de la ausencia de ellos, beberían sin control, para luego conducir.


Los padres sirven como modelos. Según una encuesta de Attitudes, los progenitores más multados o accidentados tienen hijos más multados o accidentados. En las escuelas el asunto apenas se toca. En la asignatura de “Educación para la Ciudadanía” sólo hay un tema dedicado a la educación vial y que se trata sólo en una hora, más o menos.


El uso obligatorio del casco ha salvado la vida a muchos jóvenes usuarios de motos y motocicletas. Durante 1989, el 75 % de los pacientes que ingresaron en la Unidad de Cuida­dos Intensivos del hospital de Sant Pau (uno de los cua­tro grandes hospitales de Bar­ce­lona), pre­sentaba traumatismo craneoen­cefá­lico, dándose la cir­cunstan­cia que el 61 % eran menores de 25 años. Todos los gráficos nos hablaban de un constante aumento de estas cifras. Más de 125.000 personas in­gre­saron en los servicios de urgencias de los hospitales catalanes en 1989, víctimas de traumatismo craneal. El 75 % de estos traumatis­mos, fue­ron producidos en accidentes de moto. La ma­yoría de ellos, no lle­va­ban cas­co. En el caso de los ciclomotores, esta ci­fra se elevó al 80 %.


Gran parte de estos accidentes se concen­tran en los fines de semana (especialmente durante la noche del vier­nes, entrando ya en la madruga­da). Aunque era obligatorio el llevar casco para los usuarios de las mo­tos de gran cilindrada (tanto en carretera como en las vías urbanas), sólo lo utilizaba en las carre­te­ras el 74 %, y úni­ca­mente un 35 %, en las zonas urbanas.


Con la obligación de su uso extendido y con el aumento de las multas se ha logrado reducir la mortalidad.


Casi la mitad de los fallecidos en accidentes de moto o ciclomotor en Barcelona en 2009 había consumido un exceso de alcohol o drogas -o ambas cosas-, según datos del Ayuntamiento. Entre los motoristas que perdieron la vida el año pasado en la ciudad se seleccionaron 15 de ellos para realizar los análisis. Ocho dieron negativo y siete positivo, entre los que tres, habían consumido alcohol; dos, dos tipos de drogas; uno, alcohol y cocaína, y otro, cocaína y anfetaminas. Es decir, en el 46% de los casos, los análisis efectuados a los fallecidos revelaron que habían consumido alcohol o drogas.

En cuanto a la proporción de alcoholemias detectadas en las 124.000 pruebas según tipo de vehículo, los conductores de ciclomotor son los más infractores con el 8,5%, seguidos de las motocicletas con el 7,8%. Los conductores de turismo representan el 7,4%, el 3,6% estaban al volante de furgonetas y el 1,2% de transporte de mercancías más pesados.


No sabría deciros que es mejor, si morir en el accidente, o vivir como minusválido profundo en vuestra sociedad y en vuestro mundo.

Terribles son las consecuencias físicas y sociales de los acciden­tes. Una silla de ruedas manual cuesta unos 800 euros y una e­léc­trica, más de 6.000 euros. A ello hay que añadir los miles de euros gasta­dos en el cam­bio de vivienda, más las adaptaciones de las puertas de la casa y del cuarto de baño y cocina (el cambio domicilia­rio se ven obligados a hacerlo un 80 % de los usua­rios de sillas de ruedas). Muchos de e­llos, necesitan de otra persona para el resto de sus días. La necesi­tan para poder vestirse, lavar­se o in­cluso para comer. Un gran nú­mero de ellos, pierde su trabajo a conse­cuencia del ac­ciden­te. No pue­den viajar en transporte público, puesto que no todos los metros y autobuses están adap­tados para ellos, y muchos taxis no los admi­ten.

En la mayoría de los as­censores, no cabe una silla de ruedas, con lo que aumentan las difi­cul­tades para poder desplazarse. Aunque una pensión les de lo justo para vivir, se encuentran con que los bancos no les dan cré­ditos a cargo de estos ingresos, porque no pueden embar­garlos en ca­so de im­pago.

Muchos pier­den los amigos por­que no saben como hablarles tras el accidente, o es el propio minusvá­lido el que debe dejar de vi­sitarles, porque en sus casas hay pue­rtas pequeñas o ascensores sin ca­pacidad pa­ra su silla de ruedas.

Seguís con vuestra inconsciencia habitual tan pronto como os sentáis ante un manillar o un volante. A pesar de conocer las terribles cifras de accidentes mortales, las circunstancias que los ocasionan, y las terribles consecuencias de los mismos para las víctimas que logran sobrevivir y para sus familiares, La carretera se ha cobrado, en vuestro país, 50.000 vidas en los últimos 10 años.

A pesar de estos números y de todas las referencias conocidas, seguiréis siendo víctimas de vuestra inconsciencia, de vuestro alcohol, de vuestras drogas y de vuestras máquinas. Y es que, como animales humanos que sois … no dais para más.


Que la suerte os acompañe….


No hay comentarios: