sábado, 21 de noviembre de 2009

LA TELEVISIÓN Y LOS PROGRES DE PACOTILLA



No hace muchas lunas discutía sobre la falacia de la “superinteligencia” del animal humano con una mona domestica universitaria, aprendiz de bióloga.

Ella me aseguraba que como humana se consideraba inteligente. Yo decidí ponerla a prueba con una serie de preguntas que poco a poco la iban acorralando y que la sumían en un mar de contradicciones.

Le comenté, que una prueba del fracaso intelectual de los seres humanos lo podía ver cada día en las noticias del Telediario. Le hice ver, que durante su emisión se pone en evidencia la gran incapacidad mental de los humanos para ponerse de acuerdo en utilizar una estrategia que les permitiera vivir en paz y armonía, y que el comportamiento de los bonobos le podría servir de ejemplo.
Saltó como un resorte confesando muy ufana y sonriente que ella "no tenía televisión”.
Excuso deciros que esta frase la he oído (como vosotros) en multitud de ocasiones en boca de monos de vuestra especie que se las dan de “progres”.
Suelen ser pobres criaturas que pretenden impactaros y despertar en vosotros admiración. Se expresan con arrogancia, mientras os miran a los ojos en plan desafiante esperando ver en vuestra cara signos de aprobación. Lo más triste es que esos pobres diablos, progres de pacotilla, creen que no tener televisión en casa, es una evidente prueba de inteligencia.

Habitualmente reconozco que disfruto cuando les digo que su postura me parece muy poco inteligente y altamente frustrante para ellos. Me gustaría que vierais sus caras cuando descubren que su confesión me produce el efecto contrario al que esperan. Quedan definitivamente descolocados y con su cara pixelada.

Para demostrarle, a la “larva” de bióloga, lo equivocada que estaba, me la llevé al kiosco más cercano. Durante el trayecto le pregunté si le gustaba la música, el cine, el teatro, los debates, el deporte, el comportamiento animal, etc. Su respuesta fue afirmativa.
Al llegar al kiosco compré una guía de programas de TV para poderle enseñar todo lo que se iba a perder durante la semana siguiente (del 7 al 13 de septiembre del 2009), en lo que atañía a sus temas de preferencia.
Le indiqué que si le interesaba el deporte, podía escoger entre: fútbol (dos partidos internacionales del Mundial de futbol, más los de Liga); ciclismo (6 etapas de la Vuelta); motor (Formula 1); baloncesto (partidos del Mundial de Baloncesto, etc.

Si prefería las series, tenía 22 diferentes para poder escoger.
Si le gustaba el Jazz, tenía una sesión diaria del festival de San Javier, a lo largo de la semana.
Si optaba por los programas de entretenimiento, tenía cada día a los Simpson, a Buenafuente, al Intermedio, etc.
Podría disfrutar a voluntad, además, de toda una serie de programas variados, a saber: programas de cocina, tertulias, debates, etc.
Si era cinéfila, tenía 15 películas para escoger: Rocky, Troya, diversos clásicos del cine, etc.
Si deseaba practicar idiomas, tendría la oportunidad de apretar un botón y ver gran parte de la programación en inglés.
Si era aficionada a los documentales (cosa que me consta) podría elegir entre los de contenido social, como: un especial sobre Racismo, o los habituales en 30 minutos, Informe TV, Zona Doc, 60 minutos, Callejeros, Informe Semanal, etc.

Por otra parte, no debería perderse, por su condición de futura bióloga, los documentales de Naturaleza, como: Grandes Documentales, SOS Lince, 3 capítulos de Curiosidades del Mundo Animal y otros 5 de Planeta Tierra, etc. Y todo ello en visión panorámica, alta definición, alguno en 3D… y sin pagar un solo euro al tratarse de TV gratuita.
La desafié, con la guía delante, a que me fuera marcando los programas que le interesaría ver de la parrilla semanal. Conté las marcas y así pude llegar a la conclusión de que se iba a perder 32 programas de los que aparecían en la guía semanal.

Con ello me quedaba meridianamente claro que se iba a frustrar en 32 ocasiones durante la próxima semana.
Su única alternativa era la de molestar a vecinos o amigos para que le dejaran ver alguno de los programas en sus televisores.
Le hice notar que, como estudiante de biología, se iba a perder 4 documentales muy útiles para su formación así como la posibilidad de grabarlos y archivarlos en su videoteca. Se ruborizó, desvió la mirada y bajo la cabeza admitiendo su error.
Aproveché su estado de confusión para hacerle la siguiente reflexión: “Lo inteligente no es renunciar a tener un televisor en casa, sino tenerlo y mantenerlo apagado…. para poder utilizarlo cuando se emitiese: cultura, buenas películas, documentales, interesantes debates, o cualquiera de los programas que a uno le apetece ver. ESA ES UNA POSTURA INTELIGENTE.
No vale, ni tan siquiera la excusa de que es un armatoste más en casa ya que hoy en día un televisor no abulta más que un cuadro en la pared.
Luego me acordé de que algunos monos domésticos “iluminados”, decidís no llevar reloj …pero luego os pasáis la vida preguntando a los demás que hora es…para evitaros el llegar tarde a las citas, a las clases, al trabajo, al cine, a casa… o que no se os pase la hora de tomaros la pastilla, etc.

Camino de mi árbol se me acerca un animal humano de unos 25 años y me pide un cigarrillo, le digo que yo no fumo y que, ya que él es fumador, sería conveniente que llevara su propia provisión de cigarrillos…

¿Su respuesta? ......
“Es que estoy dejando de fumar”.¡¡¡ En fin ¡¡¡ Me voy a dormir aun más convencido, si cabe, de que tenéis un serio problema en el interior de vuestra sesera. Problema, que la evolución de vuestra especie aún está muy lejos de poder resolver.


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