El caso más típico de tortura institucionalizada en vuestro país es, sin duda, el de la llamada "Fiesta Nacional". Gracias a ella los demás animales del planeta tenemos una idea exacta de hasta que punto los monos domésticos españoles podéis ser crueles y miserables con las demás especies.
En cada corrida se matan seis toros, dos por cada uno de los tres matadores. Por su parte, cada uno de ellos, dispone de un equipo de cinco primates que consiste en: dos picadores a caballo, armados de largas varas con punta de lanza, y tres monos domésticos vestidos de torero, a pie, con capotes. La corrida se compone de cuatro actos. En los tres primeros el objetivo es herir, y agotar al toro, mientras que en el cuarto se mata al animal con una espada atravesada entre sus omóplatos.
En la temporada taurina española se tortura y mata una media de 2.400 toros. Un torero después de 20 años de actuar en los ruedos, puede haber torturado y asesinado unos 1.100 toros y, a cambio de estas muertes, puede haber recibido unas diez cornadas. Todo lo cual nos habla de la enorme desigualdad que existe a la hora del enfrentamiento toro-torero. El abuso por parte del torero es evidente. Para hacernos una idea, nos basta con comparar la longitud de las armas de ataque de ambos animales, es decir, la longitud del cuerno del toro comparada con la longitud de la espada del matador, a la que hay que añadir la longitud del brazo que la empuña.
Siempre he despreciado a los que se enzarzan en luchas desiguales que les son beneficiosas. Ellos son unos cobardes abusones y vosotros, los espectadores, sois sus cómplices de fechorías.
Antes de la corrida es frecuente que se preparen los toros. En el agua, en la comida, o antes de salir, se les coloca una cierta dosis de tranquilizantes. A veces se les inyectan dichos tranquilizantes colocándolos en una jeringa que se sitúa en la punta de una garrocha ganadera, al estilo de las que se usan en el campo para manejar a los toros. En 1967, en Málaga, un toro se os murió en los chiqueros por sobredosis. En Manzanares otro toro salió tan "dopado" que continuamente se estrellaba contra la barrera. Otro tanto sucedía en El Escorial, en el mismo año, donde un toro aparentemente normal, se caía constantemente como si estuviese borracho.
En muchos casos se les "afeita" (lima) los cuernos, hasta llegar a los nervios. Con ello el animal frena su embestida, puesto que el toro afeitado tiende a evitar cualquier contacto con los cuernos, de la misma manera que cualquier humano evitaría morder o masticar, si se le hubiesen limado los dientes hasta el nervio.
En otros casos se les frota los ojos con vaselina, o se le clavan alfileres en los testículos. La vaselina les nubla la vista y las agujas les producen un intenso dolor que les acobarda y les limita el movimiento.
La Organización Colegial Veterinaria de España ha denunciado de manera reiterada el fraude en el mundo del toreo. El veterinario titular de Colmenar Viejo y de la Plaza de las Ventas, fue el primero en denunciar que varios toros lidiados en las ferias de 1985 y 1986, habían sido drogados, purgados, o sometidos a otras manipulaciones fraudulentas.
Estudiando el comportamiento del toro en la plaza, se descubren toda una serie de comportamientos atípicos, con extrañas pérdidas de equilibrio que, en modo alguno, se corresponden con el agotamiento normal de estos animales, o a lesiones funcionales típicas. Algunos descoordinan los movimientos y presentan sospechosas diarreas.
En cada corrida se matan seis toros, dos por cada uno de los tres matadores. Por su parte, cada uno de ellos, dispone de un equipo de cinco primates que consiste en: dos picadores a caballo, armados de largas varas con punta de lanza, y tres monos domésticos vestidos de torero, a pie, con capotes. La corrida se compone de cuatro actos. En los tres primeros el objetivo es herir, y agotar al toro, mientras que en el cuarto se mata al animal con una espada atravesada entre sus omóplatos.
En la temporada taurina española se tortura y mata una media de 2.400 toros. Un torero después de 20 años de actuar en los ruedos, puede haber torturado y asesinado unos 1.100 toros y, a cambio de estas muertes, puede haber recibido unas diez cornadas. Todo lo cual nos habla de la enorme desigualdad que existe a la hora del enfrentamiento toro-torero. El abuso por parte del torero es evidente. Para hacernos una idea, nos basta con comparar la longitud de las armas de ataque de ambos animales, es decir, la longitud del cuerno del toro comparada con la longitud de la espada del matador, a la que hay que añadir la longitud del brazo que la empuña.
Siempre he despreciado a los que se enzarzan en luchas desiguales que les son beneficiosas. Ellos son unos cobardes abusones y vosotros, los espectadores, sois sus cómplices de fechorías.
Antes de la corrida es frecuente que se preparen los toros. En el agua, en la comida, o antes de salir, se les coloca una cierta dosis de tranquilizantes. A veces se les inyectan dichos tranquilizantes colocándolos en una jeringa que se sitúa en la punta de una garrocha ganadera, al estilo de las que se usan en el campo para manejar a los toros. En 1967, en Málaga, un toro se os murió en los chiqueros por sobredosis. En Manzanares otro toro salió tan "dopado" que continuamente se estrellaba contra la barrera. Otro tanto sucedía en El Escorial, en el mismo año, donde un toro aparentemente normal, se caía constantemente como si estuviese borracho.
En muchos casos se les "afeita" (lima) los cuernos, hasta llegar a los nervios. Con ello el animal frena su embestida, puesto que el toro afeitado tiende a evitar cualquier contacto con los cuernos, de la misma manera que cualquier humano evitaría morder o masticar, si se le hubiesen limado los dientes hasta el nervio.
En otros casos se les frota los ojos con vaselina, o se le clavan alfileres en los testículos. La vaselina les nubla la vista y las agujas les producen un intenso dolor que les acobarda y les limita el movimiento.
La Organización Colegial Veterinaria de España ha denunciado de manera reiterada el fraude en el mundo del toreo. El veterinario titular de Colmenar Viejo y de la Plaza de las Ventas, fue el primero en denunciar que varios toros lidiados en las ferias de 1985 y 1986, habían sido drogados, purgados, o sometidos a otras manipulaciones fraudulentas.
Estudiando el comportamiento del toro en la plaza, se descubren toda una serie de comportamientos atípicos, con extrañas pérdidas de equilibrio que, en modo alguno, se corresponden con el agotamiento normal de estos animales, o a lesiones funcionales típicas. Algunos descoordinan los movimientos y presentan sospechosas diarreas.
El veterinario analizó las vísceras después de la corrida, y descubrió que los que presentaban el comportamiento sospechoso tenían 31,2 miligramos de sulfato, por cada 100 gramos de contenido intestinal. Por este dato se dedujo que al conjunto de la corrida se le había administrado en el agua que bebieron en los corrales, unos 25 kilos de sulfato de sosa y sulfato de magnesio o sal de Epsom ( lo que representa de cuatro a cinco kilos de sal de Epson, por toro ). Posteriores análisis de vísceras de toros sospechosos descubrieron la presencia de Combelén, un derivado de la fenotiacina (un hipnotizante que provoca efectos tranquilizantes), sustancia que se emplea habitualmente para drogar a los caballos de picas. A otros toros se les descubrió defectos de visión, al serles provocados de manera fraudulenta terribles conjuntivitis que les inflamaban el globo ocular. Analizadas las muestras biológicas después de la lidia, se descubrió que a los pobres animales se les habían rociado los ojos con el mismo tipo de sprays paralizantes que utilizan las fuerzas de orden público. Más tarde se descubrieron muchos más toros drogados con Rumpum, Inmovilón, y el antes mencionado Combelén. Últimamente parece ser que la droga (para evitar que sea detectada) se le administra al animal impregnando la parte cordelada de la puya, con una mezcla de vaselina e Inmovilón.
También puede drogársele empleando la garrocha de vacunar. Dos centímetros cúbicos de fármaco bastan para quitarles gran parte de su poder agresivo.
En cuanto al "afeitado", cabe destacar el hecho de que la autoridad gubernativa no haya eliminado esta práctica delictiva, a pesar de que lleva muchos años efectuándose y denunciándose. El procedimiento que se sigue en la práctica del afeitado es el siguiente: Al toro se le mete en el "mueco", o cajón de curas, pues es necesario inmovilizarlo. Por un agujero del mueco aparece uno de los cuernos, y un individuo corta con un serrucho los seis o siete centímetros finales. Se trata de "quitarle el veneno", según expresión de los manipuladores. Al decir esto, se refieren a la eliminación del mejor recurso de defensa que tiene el animal, es decir, se le mutila la parte más dura del pitón (la punta), la almendrilla o diamante. Con eliminar el diamante del pitón ya bastaría, ya que el pobre animal queda sin la fuerza en sus defensas, derrumbado psicológicamente, y, por tanto, sin la fiereza que le caracteriza. A pesar de ello, los manipuladores abusan del serrucho, cortando aún mucho más abajo de la zona mencionada, hacia la pala, para poder seccionar la parte sensible del cuerno, provista de vasos y nervios. Esta terrible amputación le produce al animal un intensísimo dolor, que expresa a base de pateos y desesperados mugidos. Esta situación es aún más cruel que la que se da en la propia lidia, ya que al animal se le niega, incluso, la posibilidad de poder defenderse.
Al cortar esta zona sensible se produce una hemorragia que el afeitador contiene, en parte, clavando en el orificio una astilla, a golpe de mazo. Excuso describirle al lector el dolor cerval que tal práctica le produce al atrapado animal.
Para que el público no note el engaño, se da nueva forma al pitón, a base de utilizar la escofina, que de nuevo actúa sobre las zonas de máxima sensibilidad. Posteriormente se aplica a la zona un toque de grasa negra, para aparentar que el diamante está aún en su sitio, y para que las raspaduras queden bien disimuladas.
También puede drogársele empleando la garrocha de vacunar. Dos centímetros cúbicos de fármaco bastan para quitarles gran parte de su poder agresivo.
En cuanto al "afeitado", cabe destacar el hecho de que la autoridad gubernativa no haya eliminado esta práctica delictiva, a pesar de que lleva muchos años efectuándose y denunciándose. El procedimiento que se sigue en la práctica del afeitado es el siguiente: Al toro se le mete en el "mueco", o cajón de curas, pues es necesario inmovilizarlo. Por un agujero del mueco aparece uno de los cuernos, y un individuo corta con un serrucho los seis o siete centímetros finales. Se trata de "quitarle el veneno", según expresión de los manipuladores. Al decir esto, se refieren a la eliminación del mejor recurso de defensa que tiene el animal, es decir, se le mutila la parte más dura del pitón (la punta), la almendrilla o diamante. Con eliminar el diamante del pitón ya bastaría, ya que el pobre animal queda sin la fuerza en sus defensas, derrumbado psicológicamente, y, por tanto, sin la fiereza que le caracteriza. A pesar de ello, los manipuladores abusan del serrucho, cortando aún mucho más abajo de la zona mencionada, hacia la pala, para poder seccionar la parte sensible del cuerno, provista de vasos y nervios. Esta terrible amputación le produce al animal un intensísimo dolor, que expresa a base de pateos y desesperados mugidos. Esta situación es aún más cruel que la que se da en la propia lidia, ya que al animal se le niega, incluso, la posibilidad de poder defenderse.
Al cortar esta zona sensible se produce una hemorragia que el afeitador contiene, en parte, clavando en el orificio una astilla, a golpe de mazo. Excuso describirle al lector el dolor cerval que tal práctica le produce al atrapado animal.
Para que el público no note el engaño, se da nueva forma al pitón, a base de utilizar la escofina, que de nuevo actúa sobre las zonas de máxima sensibilidad. Posteriormente se aplica a la zona un toque de grasa negra, para aparentar que el diamante está aún en su sitio, y para que las raspaduras queden bien disimuladas.
Al liberar al animal de su encajonamiento, nos encontramos con un ser transformado. Renuncia al tacto, no quiere cornear con sus muñones sensibles, no duerme, y pierde el apetito. La mayoría de las veces se le infecta la herida, con lo que aparece la fiebre que le debilita más aún, si cabe. Todo ello sirve para que el mono domestico disfrazado de torero pueda lucirse mientras ejerce de torturador y asesino.
La gente ligada al mundo de la tauromaquia afirma que se afeita menos de lo que se dice, a lo que yo les contesto que, sin duda, se afeita mucho más de lo que se multa. Al mostrarles la cantidad de toros con pitones romos que se ven en los cosos taurinos, replican que el desgaste de la cornamenta, se lo produce el propio toro al escarbar contra superficies duras, para aliviar el picor del hormiguillo. Cuando en alguna ocasión aparecen las reses sin retoques, luciendo sus pitones impresionantes, es la ocasión para ir a buscar a los expertos para que nos expliquen cómo es posible que de repente, el ganado bravo ya no se rasque. Me causó verdadero asombro el poder comprobar como a los toros les crecieron de repente (y por causas misteriosas) los pitones, ...cuando, en 1982, el Ministerio del Interior inhabilitó a tres ganaderos por manipular cornamentas..!.
Durante el año 1988, en la Escuela Nacional de Sanidad, entraron para examen los pitones de 233 reses, de las que en 82 casos quedó demostrada la manipulación por afeitado, mientras que en otros 74 no se pudieron efectuar los análisis, por pérdida de sustancia, o por estar escobilladas. Analizando los resultados, llegamos a la conclusión de que, de 159 análisis efectuados, 82 dieron positivo de afeitado, lo que significa el 51,58 %. Uno tiene la certeza de que se afeitan más reses de las que dan positivas en la Escuela Nacional de Sanidad, puesto que las técnicas utilizadas dan tales márgenes de garantía que bastantes de las reses manipuladas pasan por íntegras. En otras palabras, según estos análisis, más de la mitad de los toros de lidia están manipulados, con lo que la llamada "Fiesta Nacional" queda irreparablemente desvirtuada, para vergüenza del país y de los toreros que tienen la "valentía" de enfrentarse a toros "preparados", convertidos en verdaderos minusválidos. La propia Escuela Nacional de Sanidad denunciaba que las ganaderías infractoras fueron ni más ni menos que 43, siendo la plaza de Sevilla el coso donde más veces se produjo la manipulación. Los ganaderos íntegros reconocen que durante el año que nos ocupa (1988), la manipulación de pitones se cometió en todos los cosos, y hubo ferias donde ni un solo toro se salvó del serrucho. Para que este fraude pueda llegar, sin que sea detectado, hasta la misma plaza, se debe de haber dado la corrupción en todos y cada uno de los técnicos y facultativos que forman la cadena de revisión, los cuales están ahí, precisamente, para detectar, denunciar, y erradicar tales anomalías. Ello le dará idea al lector de la cantidad de fraude y manipulación que existe en el mundo de la tauromaquia.
El ritual de la corrida es el siguiente: A las 12 en punto de la mañana se celebra el sorteo en presencia de la autoridad gubernativa, los veterinarios, la empresa, los críticos y los aficionados. Primero se pasa a enlotar las reses, responsabilidad del peón de confianza de cada matador. Para tal cometido se tiene en cuenta el tamaño, trapío, peso, pitones, riñones y cara, de las reses. Los pitones compensan el peso, y el tamaño de la res. Es usual que cada lote este compuesto por un toro grande y otro más pequeño.
Una vez constituidos los lotes, se escriben los números de cada pareja de reses en un papel de fumar. Los tres papelitos se convierten en tres diminutas bolas y se colocan dentro de un sombrero donde se agitan. Acto seguido cada peón de confianza extrae una bolita de papel, comenzando por el representante del espada más joven, siendo la última bolita para el más veterano de los matadores. Antiguamente, los toros eran adjudicados a los toreros a dedo, por parte de los ganaderos a los cuales se les concedía tal privilegio.
Para empezar, es necesario fijar al toro, para que el matador pueda estudiar su forma de embestir. Los peones se encargarán de tal cometido. Algunos hacen derrotar al toro contra los burladeros, para provocarle lesiones, a pesar de prohibirlo el artículo 99 del reglamento. Lances típicos de capote son: la verónica, el volapié, o los lances de desmayo, ejecutados con los pies juntos. Otros lances del toreo de capa (alguno de los cuales constituyen el quite), son: la navarra, la chicuelina, la gaonera, el farol, la tapatía, las largas, o la mariposa.
El toro debe ser sangrado para restarle fuerza, y así dominarlo con más facilidad. Los entendidos utilizan esta suerte para medir la bravura del toro. Si la res embiste de lejos y empuja con los riñones, corneando sin cabecear el peto, es calificada de brava. Pero si lo hace debajo mismo del estribo y huye en seguida, se le califica de mansa. Para su escarnio, recibe un par de banderillas de castigo (de color negro). Antiguamente se castigaba a los toros con banderillas de fuego.
Años atrás, los caballos de picar salían a la plaza sin peto. El resultado de tamaña barbaridad era que, en cada corrida, perecían destripados un cierto número de jacas.
La gente ligada al mundo de la tauromaquia afirma que se afeita menos de lo que se dice, a lo que yo les contesto que, sin duda, se afeita mucho más de lo que se multa. Al mostrarles la cantidad de toros con pitones romos que se ven en los cosos taurinos, replican que el desgaste de la cornamenta, se lo produce el propio toro al escarbar contra superficies duras, para aliviar el picor del hormiguillo. Cuando en alguna ocasión aparecen las reses sin retoques, luciendo sus pitones impresionantes, es la ocasión para ir a buscar a los expertos para que nos expliquen cómo es posible que de repente, el ganado bravo ya no se rasque. Me causó verdadero asombro el poder comprobar como a los toros les crecieron de repente (y por causas misteriosas) los pitones, ...cuando, en 1982, el Ministerio del Interior inhabilitó a tres ganaderos por manipular cornamentas..!.
Durante el año 1988, en la Escuela Nacional de Sanidad, entraron para examen los pitones de 233 reses, de las que en 82 casos quedó demostrada la manipulación por afeitado, mientras que en otros 74 no se pudieron efectuar los análisis, por pérdida de sustancia, o por estar escobilladas. Analizando los resultados, llegamos a la conclusión de que, de 159 análisis efectuados, 82 dieron positivo de afeitado, lo que significa el 51,58 %. Uno tiene la certeza de que se afeitan más reses de las que dan positivas en la Escuela Nacional de Sanidad, puesto que las técnicas utilizadas dan tales márgenes de garantía que bastantes de las reses manipuladas pasan por íntegras. En otras palabras, según estos análisis, más de la mitad de los toros de lidia están manipulados, con lo que la llamada "Fiesta Nacional" queda irreparablemente desvirtuada, para vergüenza del país y de los toreros que tienen la "valentía" de enfrentarse a toros "preparados", convertidos en verdaderos minusválidos. La propia Escuela Nacional de Sanidad denunciaba que las ganaderías infractoras fueron ni más ni menos que 43, siendo la plaza de Sevilla el coso donde más veces se produjo la manipulación. Los ganaderos íntegros reconocen que durante el año que nos ocupa (1988), la manipulación de pitones se cometió en todos los cosos, y hubo ferias donde ni un solo toro se salvó del serrucho. Para que este fraude pueda llegar, sin que sea detectado, hasta la misma plaza, se debe de haber dado la corrupción en todos y cada uno de los técnicos y facultativos que forman la cadena de revisión, los cuales están ahí, precisamente, para detectar, denunciar, y erradicar tales anomalías. Ello le dará idea al lector de la cantidad de fraude y manipulación que existe en el mundo de la tauromaquia.
El ritual de la corrida es el siguiente: A las 12 en punto de la mañana se celebra el sorteo en presencia de la autoridad gubernativa, los veterinarios, la empresa, los críticos y los aficionados. Primero se pasa a enlotar las reses, responsabilidad del peón de confianza de cada matador. Para tal cometido se tiene en cuenta el tamaño, trapío, peso, pitones, riñones y cara, de las reses. Los pitones compensan el peso, y el tamaño de la res. Es usual que cada lote este compuesto por un toro grande y otro más pequeño.
Una vez constituidos los lotes, se escriben los números de cada pareja de reses en un papel de fumar. Los tres papelitos se convierten en tres diminutas bolas y se colocan dentro de un sombrero donde se agitan. Acto seguido cada peón de confianza extrae una bolita de papel, comenzando por el representante del espada más joven, siendo la última bolita para el más veterano de los matadores. Antiguamente, los toros eran adjudicados a los toreros a dedo, por parte de los ganaderos a los cuales se les concedía tal privilegio.
Para empezar, es necesario fijar al toro, para que el matador pueda estudiar su forma de embestir. Los peones se encargarán de tal cometido. Algunos hacen derrotar al toro contra los burladeros, para provocarle lesiones, a pesar de prohibirlo el artículo 99 del reglamento. Lances típicos de capote son: la verónica, el volapié, o los lances de desmayo, ejecutados con los pies juntos. Otros lances del toreo de capa (alguno de los cuales constituyen el quite), son: la navarra, la chicuelina, la gaonera, el farol, la tapatía, las largas, o la mariposa.
El toro debe ser sangrado para restarle fuerza, y así dominarlo con más facilidad. Los entendidos utilizan esta suerte para medir la bravura del toro. Si la res embiste de lejos y empuja con los riñones, corneando sin cabecear el peto, es calificada de brava. Pero si lo hace debajo mismo del estribo y huye en seguida, se le califica de mansa. Para su escarnio, recibe un par de banderillas de castigo (de color negro). Antiguamente se castigaba a los toros con banderillas de fuego.
Años atrás, los caballos de picar salían a la plaza sin peto. El resultado de tamaña barbaridad era que, en cada corrida, perecían destripados un cierto número de jacas.
En ocasiones se les metía, de nuevo, con la mano, el paquete intestinal dentro de su cavidad y se les cosía el vientre en la misma plaza. A pesar de ello, alguna vez se hubo de suspender la corrida por falta de caballos. A partir de 1928 se impuso el peto protector. Fueron órdenes directas del dictador Primo de Rivera, el cual había asistido a una corrida en la que un toro destrozó el vientre de un jamelgo y lanzó el paquete intestinal a los espectadores. Tal decisión provocó enardecidas protestas, que culminaron en grandes manifestaciones de los que no querían ningún tipo de protección para el caballo. Las manifestaciones se saldaron con algunos muertos.
El picador actúa ahora con mayor ventaja frente al toro; ventaja que aprovecha en algunas ocasiones para abusar de la pica, barrenando sobre el lomo del toro y haciendo la carioca, lo que provoca espantosas heridas al pobre animal, por las que manan cascadas de sangre. Con el toro debilitado por la pérdida de sangre, el torturador humano lo tendrá más fácil y contará con altísimas posibilidades de salir triunfante en la lucha desigual.
Retirados los picadores, comienza el segundo tercio que corre a cargo de dos peones. La función del tercero será la de utilizar el capote, para colocar al toro.
El tercio de banderillas se introdujo en el siglo XVIII, y tiene como objeto "motivar" a la res para que llegue "más alegre" a la muleta. El presidente es el encargado de decidir el número de banderillas que deberán colocarse al cornúpeta. Las banderillas se colocan utilizando diferentes estilos, entre los que destacan, "al quiebro", "al sesgo", "al cuarteo", "de poder a poder", "al relance" o "al estribo".
En todo caso, y a consecuencia de esos nuevos apuñalamientos al toro se le debilita, aún más, gracias a las nuevas hemorragias que el despiadado humano inflige al noble animal. El dolor cabrea y desespera al animal que parece coger fuerza donde no la hay, ya que está cada vez más y más debilitado por las hemorragias. De esta manera se sigue engañando al público. Los primates bípedos amantes de lo que llamáis “Fiesta” en el colmo de cinismo os contaran que: “…las banderillas se usan para alegrar al toro…” ¡¡ SINVERGÜENZAS ¡¡ Su mente criminal no da para más.
El picador actúa ahora con mayor ventaja frente al toro; ventaja que aprovecha en algunas ocasiones para abusar de la pica, barrenando sobre el lomo del toro y haciendo la carioca, lo que provoca espantosas heridas al pobre animal, por las que manan cascadas de sangre. Con el toro debilitado por la pérdida de sangre, el torturador humano lo tendrá más fácil y contará con altísimas posibilidades de salir triunfante en la lucha desigual.
Retirados los picadores, comienza el segundo tercio que corre a cargo de dos peones. La función del tercero será la de utilizar el capote, para colocar al toro.
El tercio de banderillas se introdujo en el siglo XVIII, y tiene como objeto "motivar" a la res para que llegue "más alegre" a la muleta. El presidente es el encargado de decidir el número de banderillas que deberán colocarse al cornúpeta. Las banderillas se colocan utilizando diferentes estilos, entre los que destacan, "al quiebro", "al sesgo", "al cuarteo", "de poder a poder", "al relance" o "al estribo".
En todo caso, y a consecuencia de esos nuevos apuñalamientos al toro se le debilita, aún más, gracias a las nuevas hemorragias que el despiadado humano inflige al noble animal. El dolor cabrea y desespera al animal que parece coger fuerza donde no la hay, ya que está cada vez más y más debilitado por las hemorragias. De esta manera se sigue engañando al público. Los primates bípedos amantes de lo que llamáis “Fiesta” en el colmo de cinismo os contaran que: “…las banderillas se usan para alegrar al toro…” ¡¡ SINVERGÜENZAS ¡¡ Su mente criminal no da para más.
El último tercio comprende dos fases bien diferenciadas: la faena de muleta, y la estocada (también llamada "suerte suprema").
Los pases típicos de la faena de muleta son: "el natural", "el de pecho", y "el redondo". Otros de menor valor son: los pases ayudados por alto y por bajo, "el molinete", "el estatuario", y toda una serie de pases muy particulares, que hicieron famosos, ciertos toreros de renombre. Los más populares son: las "manoletinas", las "pedresinas", las "rogerinas" o las "arrucinas". Algunos pueden darse de rodillas (molinete y redondo). El pase-básico es el "natural" (pase en que se da al toro la salida por el mismo lado en que tiene el diestro la muleta). Varios pases seguidos, constituyen una "tanda" o "serie", que suele rematarse con el de pecho. Este pase es obligado, ya que el torero va perdiendo terreno en favor del toro, al ejecutar cada natural. El perfecto pase de pecho se ejecuta con la izquierda. Todos esos movimientos marean cada vez más al pobre toro. ¿Cómo os sentiríais vosotros si estando heridos y perdiendo sangre a borbotones viniera algún descerebrado encapotado y se empeñara en “jugar” y burlarse de vosotros al compás de un pasodoble, sin tener en cuenta vuestro agonizante estado ?
El torturado animal, no puede más, tiene la boca abierta, ya que se está ahogando. Su lengua esta amoratada y se le nubla la vista. Desde el tendido se perciben claramente sus mugidos de dolor.
La faena de muleta se remata con la suerte suprema (fase en la que se ganan o pierden los trofeos). La estocada más típica es el "volapié", aunque también se mata al "encuentro", "aguantando", o "recibiendo". Según penetre el estoque, la estocada recibe el nombre de "entera", "media", "caída", "atravesada", "pescuecera", "contraria", "tendida" o "trasera". Cuando (caso raro), la res cae muerta por una certera estocada, ésta se califica de: “estocada en todo lo alto", "en los rubios", "en el hoyo de las agujas", "en la yema", o "en la cruz".
Los pases típicos de la faena de muleta son: "el natural", "el de pecho", y "el redondo". Otros de menor valor son: los pases ayudados por alto y por bajo, "el molinete", "el estatuario", y toda una serie de pases muy particulares, que hicieron famosos, ciertos toreros de renombre. Los más populares son: las "manoletinas", las "pedresinas", las "rogerinas" o las "arrucinas". Algunos pueden darse de rodillas (molinete y redondo). El pase-básico es el "natural" (pase en que se da al toro la salida por el mismo lado en que tiene el diestro la muleta). Varios pases seguidos, constituyen una "tanda" o "serie", que suele rematarse con el de pecho. Este pase es obligado, ya que el torero va perdiendo terreno en favor del toro, al ejecutar cada natural. El perfecto pase de pecho se ejecuta con la izquierda. Todos esos movimientos marean cada vez más al pobre toro. ¿Cómo os sentiríais vosotros si estando heridos y perdiendo sangre a borbotones viniera algún descerebrado encapotado y se empeñara en “jugar” y burlarse de vosotros al compás de un pasodoble, sin tener en cuenta vuestro agonizante estado ?
El torturado animal, no puede más, tiene la boca abierta, ya que se está ahogando. Su lengua esta amoratada y se le nubla la vista. Desde el tendido se perciben claramente sus mugidos de dolor.
La faena de muleta se remata con la suerte suprema (fase en la que se ganan o pierden los trofeos). La estocada más típica es el "volapié", aunque también se mata al "encuentro", "aguantando", o "recibiendo". Según penetre el estoque, la estocada recibe el nombre de "entera", "media", "caída", "atravesada", "pescuecera", "contraria", "tendida" o "trasera". Cuando (caso raro), la res cae muerta por una certera estocada, ésta se califica de: “estocada en todo lo alto", "en los rubios", "en el hoyo de las agujas", "en la yema", o "en la cruz".
El rejoneo simboliza la aristocracia, mientras que el toreo a pie representa el pueblo. Aún hoy, se diferencia a los rejoneadores de los toreros con el tratamiento de "Don", para los primeros.
En caso de triunfo, el torero puede ser premiado con un trofeo. Puede cortar una oreja, dos o, si la faena ha sido magistral, se le premia con el rabo. La primera oreja, se da a petición del público, la segunda y el rabo, es potestativa del presidente. Con dos orejas, se adquiere el derecho a salir por la puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla, por la puerta grande de las Ventas de Madrid, o por la puerta más importante de cualquier plaza. El "sumum" de la gloria para un torero, esta en poder salir a hombros en Sevilla o Madrid, durante las fiestas de Abril o de San Isidro, respectivamente. Cuando un torero famoso muere (cosa que raramente sucede), se le suele dar una póstuma vuelta al ruedo, metido en su ataúd.
Si el toro ha sido bravo a lo largo de la lidia, será aplaudido por el público durante el arrastre. Si, por el contrario, ha sido manso, el público lo silbará.
Antiguamente se encargaban del arrastre los "ganapanes", llamados así porque su labor se premiaba con un pan. Si el toro ha resultado extraordinariamente bravo, se le "premiará" con la vuelta al ruedo, y en algún caso extremo, se le puede llegar a indultar, para poder sacar provecho de él, como semental…no por piedad, por supuesto.
La alternativa, equivale al doctorado en tauromaquia. Para otorgarla debe seguirse otro complicado ritual. La recibe el "toricantano" del matador más antiguo, que para la ocasión se le denomina "padrino", mientras que el otro espada actúa de testigo. La alternativa puede tomarse en cualquier plaza del estado español. No son válidas, las tomadas en las plazas del extranjero, excepción hecha de la de la capital de México. La mayoría de las alternativas se confirman, más tarde, en Madrid. El procedimiento de dar la alternativa es el siguiente: En el último tercio de la lidia del primer toro, el espada más antiguo, que es a quien corresponde matarlo, se dirige al aspirante, llevando en la mano izquierda la muleta recogida, y sobre ella el estoque con la que forma un aspa. En la mano derecha lleva la montera. Al aproximarse ambos, se descubre también el futuro matador, a quien el veterano le dirige unas palabras, que incluyen consejos y deseos de suerte en su carrera, canjeando, acto seguido, los "trastos de matar". Se despiden con un abrazo para, seguidamente, realizar el joven matador la faena de muleta y muerte del toro. En el mismo tercio del segundo toro se verifica la llamada "devolución de trastos", también de manera ceremoniosa, continuando más tarde la lidia de manera normal. El asesino de toros deja de ser amateur para pasar a ser profesional….de la tortura y muerte de inocentes.
En las plazas de toros de España se sigue permitiendo la entrada a niños de 14 años, a pesar de que la ley lo prohíbe.
Muchos filántropos se declaran a favor de los toros, ya que, según ellos: "la fiesta española ha movilizado a poetas y escritores, en libros, crónicas, y poemas". A ellos cabría recordarles que también las guerras han sido glosadas por poetas, escritores, y pintores, y no por ello debemos sentirnos halagados por su existencia.
Aducen los defensores de tal barbarie, que la costumbre de matar toros había sido introducida en España por los griegos, hace unos 3.000 años. Ello es falso, ya que aquellos sólo hacían meros juegos acrobáticos. Ni se torturaba, ni se mataba a los toros, los cuales eran considerados animales sagrados; causarles daño era castigado con la pena de muerte. El verdadero origen hay que buscarlo en el Circo Romano, donde cualquier espectáculo estaba teñido de sangre. En Cataluña, por ejemplo, no llegó a introducirse hasta el siglo XVIII, con la moda de las Majas y Toreros, inmortalizados por Goya.
Hace unos años, tuve ocasión de asistir a una conferencia en la Universidad de Barcelona que no tuvo el menor desperdicio. El orador dejó atónitos a los asistentes con apreciaciones como estas: "...Opino que el toro de lidia es un animal privilegiado, hasta el punto de que sueño algunas veces que, si fuera realidad eso de la reencarnación en otros seres vivos, yo quisiera que me parieran toro de lidia. ....después de una vida feliz muere entre aplausos, y hace felices a unos miles de seres humanos...el ser humano es el rey de la Creación, y ser animal no humano está condicionado a este reinado. Pero, puesto a ser animal, ser toro de lidia es un chollo". Tuve el inmenso placer de dirigirme a ese fulano para rogarle que si tenia la suerte de reencarnarse en toro me avisara para que me pudiera presentar a lidiarle con banderillas, capote, pica y espada. Le insistí que para mí sería un gran placer colaborar en su felicidad al torearlo y ejecutarlo en nombre de tantas y tantas victimas cuadrúpedas. Su cara fue un poema…y el aplauso atronador entre los estudiantes.
La alternativa, equivale al doctorado en tauromaquia. Para otorgarla debe seguirse otro complicado ritual. La recibe el "toricantano" del matador más antiguo, que para la ocasión se le denomina "padrino", mientras que el otro espada actúa de testigo. La alternativa puede tomarse en cualquier plaza del estado español. No son válidas, las tomadas en las plazas del extranjero, excepción hecha de la de la capital de México. La mayoría de las alternativas se confirman, más tarde, en Madrid. El procedimiento de dar la alternativa es el siguiente: En el último tercio de la lidia del primer toro, el espada más antiguo, que es a quien corresponde matarlo, se dirige al aspirante, llevando en la mano izquierda la muleta recogida, y sobre ella el estoque con la que forma un aspa. En la mano derecha lleva la montera. Al aproximarse ambos, se descubre también el futuro matador, a quien el veterano le dirige unas palabras, que incluyen consejos y deseos de suerte en su carrera, canjeando, acto seguido, los "trastos de matar". Se despiden con un abrazo para, seguidamente, realizar el joven matador la faena de muleta y muerte del toro. En el mismo tercio del segundo toro se verifica la llamada "devolución de trastos", también de manera ceremoniosa, continuando más tarde la lidia de manera normal. El asesino de toros deja de ser amateur para pasar a ser profesional….de la tortura y muerte de inocentes.
En las plazas de toros de España se sigue permitiendo la entrada a niños de 14 años, a pesar de que la ley lo prohíbe.
Muchos filántropos se declaran a favor de los toros, ya que, según ellos: "la fiesta española ha movilizado a poetas y escritores, en libros, crónicas, y poemas". A ellos cabría recordarles que también las guerras han sido glosadas por poetas, escritores, y pintores, y no por ello debemos sentirnos halagados por su existencia.
Aducen los defensores de tal barbarie, que la costumbre de matar toros había sido introducida en España por los griegos, hace unos 3.000 años. Ello es falso, ya que aquellos sólo hacían meros juegos acrobáticos. Ni se torturaba, ni se mataba a los toros, los cuales eran considerados animales sagrados; causarles daño era castigado con la pena de muerte. El verdadero origen hay que buscarlo en el Circo Romano, donde cualquier espectáculo estaba teñido de sangre. En Cataluña, por ejemplo, no llegó a introducirse hasta el siglo XVIII, con la moda de las Majas y Toreros, inmortalizados por Goya.
Hace unos años, tuve ocasión de asistir a una conferencia en la Universidad de Barcelona que no tuvo el menor desperdicio. El orador dejó atónitos a los asistentes con apreciaciones como estas: "...Opino que el toro de lidia es un animal privilegiado, hasta el punto de que sueño algunas veces que, si fuera realidad eso de la reencarnación en otros seres vivos, yo quisiera que me parieran toro de lidia. ....después de una vida feliz muere entre aplausos, y hace felices a unos miles de seres humanos...el ser humano es el rey de la Creación, y ser animal no humano está condicionado a este reinado. Pero, puesto a ser animal, ser toro de lidia es un chollo". Tuve el inmenso placer de dirigirme a ese fulano para rogarle que si tenia la suerte de reencarnarse en toro me avisara para que me pudiera presentar a lidiarle con banderillas, capote, pica y espada. Le insistí que para mí sería un gran placer colaborar en su felicidad al torearlo y ejecutarlo en nombre de tantas y tantas victimas cuadrúpedas. Su cara fue un poema…y el aplauso atronador entre los estudiantes.
Sirvan las próximas líneas para que reflexionéis sobre el triste "privilegio" de haber nacido toro.
La res, que en un principio se halla disfrutando de los verdes pastos, llevando una vida tranquila y sosegada, se ve de pronto capturada, encajonada, y transportada, a centenares de kilómetros de su zona de origen. Una vez en los toriles de la plaza en la que va a ser lidiada, empieza la tortura para el pobre animal. Allí, lo más probable es que se le amputen parte de los cuernos, hasta llegar al mismísimo nervio. Es probable que se le deje caer un pesado tablón de madera sobre su lomo, para dejarlo "tocado", que se le lance "spray" irritante a los ojos, o que se le administre una determinada dosis de droga, para disminuir su resistencia y su capacidad de lucha.
Luego será lanzado a una plaza circular (lo cual le impedirá poder encontrar un rincón donde refugiarse). Allí, será recibido por el bramido de millares de primates.
La res, que en un principio se halla disfrutando de los verdes pastos, llevando una vida tranquila y sosegada, se ve de pronto capturada, encajonada, y transportada, a centenares de kilómetros de su zona de origen. Una vez en los toriles de la plaza en la que va a ser lidiada, empieza la tortura para el pobre animal. Allí, lo más probable es que se le amputen parte de los cuernos, hasta llegar al mismísimo nervio. Es probable que se le deje caer un pesado tablón de madera sobre su lomo, para dejarlo "tocado", que se le lance "spray" irritante a los ojos, o que se le administre una determinada dosis de droga, para disminuir su resistencia y su capacidad de lucha.
Luego será lanzado a una plaza circular (lo cual le impedirá poder encontrar un rincón donde refugiarse). Allí, será recibido por el bramido de millares de primates.
La víctima, se encontrará en terreno desconocido, y propicio a su enemigo, desconcertado por el ensordecedor ruido que proviene de las gradas, y dolido y atontado, por el tratamiento previo a que ha sido sometido.
Se le provocará con la capa, y cuando el animal se disponga a atacar a la contra, se encontrará con que su "valiente" enemigo se esconde detrás de un burladero, desapareciendo de su vista, como por encanto, lo que aumentará, aún más, el desconcierto del pobre animal. Algunas veces se conducirá al animal contra el burladero, para que, al cornearlo, se astille los cuernos con el propósito de que el dolor de los pitones escobillados le inhiba de cornear con ímpetu.
El toro, a pesar de los avatares sufridos, es aún demasiado fuerte para enfrentarse al ser humano; por ello se le llevará a la suerte de varas. La finalidad no es otra que la de producirle una terrible hemorragia que lo debilite. El barrenado de la pica, sobre la que se apoya un bien pertrechado ser humano, provoca sendos desgarros musculares en el lomo de la res. Una cascada de sangre, teñirá los flancos del pobre animal.
Se le provocará con la capa, y cuando el animal se disponga a atacar a la contra, se encontrará con que su "valiente" enemigo se esconde detrás de un burladero, desapareciendo de su vista, como por encanto, lo que aumentará, aún más, el desconcierto del pobre animal. Algunas veces se conducirá al animal contra el burladero, para que, al cornearlo, se astille los cuernos con el propósito de que el dolor de los pitones escobillados le inhiba de cornear con ímpetu.
El toro, a pesar de los avatares sufridos, es aún demasiado fuerte para enfrentarse al ser humano; por ello se le llevará a la suerte de varas. La finalidad no es otra que la de producirle una terrible hemorragia que lo debilite. El barrenado de la pica, sobre la que se apoya un bien pertrechado ser humano, provoca sendos desgarros musculares en el lomo de la res. Una cascada de sangre, teñirá los flancos del pobre animal.
Es necesario activar al toro, pues se encuentra asustado y debilitado por la pérdida de sangre. Para ello, se le introducirá a la suerte de banderillas. El lector se hará cargo de las medidas de las banderillas si acude a una tienda de souvenirs, donde están a la venta. Hasta seis veces se arponeará con ellas el castigado lomo del animal. El banderillero tratará de clavarlas lo más profundamente posible en sus carnes. Para ello tomará carrerilla, a fin de obtener el impulso necesario que le permita saltar y clavar, con la fuerza de su peso, las banderillas. El animal, al ser herido de nuevo, berreará y bramará de dolor. Las banderillas (gracias al arpón de su punta) no se soltarán, con lo que al desplazarse el animal describirán un amplio círculo sobre la herida, lo que hará que esta se vaya agrandando y agravando, con cada paso que da el toro. El animal, irritado y dolorido por los seis nuevos boquetes, parecerá salir de su letargo y ganar en bravura cuando, en realidad, lo que ocurre es que se debilitará aún más, al habérsele provocado seis nuevas hemorragias.
El toro, suficientemente debilitado, y convertido en piltrafa viva, pasará a ser engañado y escarnecido por el torero. El matador provisto de un lienzo le citará para obligarle a desplazarse hacia él, y, de esta manera, provocar el cansancio, y una mayor pérdida de sangre en la víctima. Con la capa se amagará, se engañará, y se ridiculizará al animal, llegando incluso a efectuar burlescos pases de valet, frente a la res. Finalmente aparecerán los desplantes, que consisten en vejar al animal, dándole la espalda en actitud chulesca, levantando la barbilla y andando con aire de suficiencia y de pavoneo. Cualquier humano, tratado de esta manera, se sentiría gravemente ofendido e insultado. Aunque el toro no conoce el significado de tal postura, el torero sí la conoce, y por lo tanto la intencionalidad de humillar queda bien patente. Los desplantes y posturas chulescas se adornarán con epítetos del estilo de "hijo de puta" y "cabrón", dirigidos al toro.
Al animal se le irá nublando la vista, las patas le fallarán (quizás habrá sufrido ya alguna caída), sin duda se estará ahogando, puesto que su boca aparecerá entreabierta, y por la abertura colgará su hinchada y amoratada lengua. Llegará la hora de poner fin a la pasión del animal. Para ello el torero se dispondrá a atravesarlo con la espada. Intentará provocar una hemorragia interna que termine pronto con los restos de vida del animal, sin embargo,... cuántos y cuántos "maestros" matan después de varios intentos de pinchazos en hueso, estocadas atravesadas, caídas, pescueceras o traseras!. El animal se dispondrá a morir, buscando la protección de la madera. En ningún momento se os ocurre dejarlo morir en paz. Aparecen algunos miembros de la cuadrilla que le pasan sus capotes por la cara turnándose en su quehacer de verdugos de manera coordinada para obligar al pobre toro a que vaya dando vueltas en circulo cual aquelarre demoníaco, para marear al toro, y provocar, con sus giros, que la espada vaya cortando sus pulmones y arterias. La enorme hemorragia nasal y bucal pregonará un final próximo. El animal se arrodillará, rendido ante la tortura, y finalmente se tenderá en plena agonía.
Llegado este punto, un nuevo personaje hará su aparición: el puntillero, encargado de cortar la médula a la altura del bulbo raquídeo. También en esta fase de la corrida, se suelen efectuar varios intentos, antes de poder seccionar la médula.
Llegado este punto, un nuevo personaje hará su aparición: el puntillero, encargado de cortar la médula a la altura del bulbo raquídeo. También en esta fase de la corrida, se suelen efectuar varios intentos, antes de poder seccionar la médula.
Finalmente el toro expirará. Quedará sobre la arena de la plaza un guiñapo burlado, escarnecido, con los cuernos escobillados, el lomo destrozado por las múltiples heridas de las banderillas y por el monstruoso cráter de la puya, con sus vísceras laceradas por la espada y con su médula apuñalada y seccionada. Será un triste despojo, al que ya no le quedará sangre que verter.
Faltará aún el premio para el vencedor de esta lucha desigual, manipulada de principio a fin. ¿Cuáles serán los trofeos?. Naturalmente, parte de los restos de su víctima. El último personaje del rito, un hombrecillo vestido de negro, se aproximará al cadáver del cornúpeta, al que arrancará las orejas y, en algunos casos el rabo, para premiar al ¿héroe? de la tarde que se aprestará a exhibir los trofeos conquistados, ante sus vociferantes incondicionales.
Este tipo de escenas se repiten muchas tardes, en cada plaza,..hasta seis veces. El resultado de la lucha es invariablemente el mismo, lo cual nos habla de un duelo abusivo y desequilibrado.
Si triste es dar muerte a un animal, más triste es torturarle antes de morir y, muchísimo más triste es hacer de ello un espectáculo para que la gente disfrute. Si este es el tipo de "cultura" que los humanos debéis preservar, más os hubiera valido haberos detenido en vuestra evolución cultural, años ha.
Los bonobos, afortunadamente, nos hemos librado de tanta mierda.
1 comentario:
Sobrecogedor, bien investigado, y con una ejecución escalofriante, aunque no sé si es un Déjà vu pero juraría que he leido 2 veces algo...
Es una terrible atrocidad, yo simplemente a la gente que le gustan los toros, me delimito a describirles eso, como las banderillas les desgarran por dentro, como les sangran, las estocadas, el sufrimiento... y les invito a que lo transmitan en su mismo pellejo, que se imaginen, que se pongan en su pellejo, en muchas ocasiones, se consigue hacer razonar a algunos, sobretodo cuando vuelven a la plaza, y sufren con las puñaladas... nunca es en vano, si con la insistencia, se consigue enderezar el camino y ayudar a distinguir lo que es la fiesta de la aberración y la tortura.
Muy buena entrada
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