sábado, 30 de agosto de 2008

MONOS SUICIDAS

El animal humano, pue­de dejar de existir, a voluntad, después de un acto premeditado.
A la ac­ción de autoeliminación se la denomina “suicidio”. Una variante del suicidio es el llamado “suicidio asistido”, una de las muchas formas de eutanasia (ver post publicado el 9 de marzo del 2008).

Aunque tildemos de exageradas las palabras de Albert Ca­mus, al ma­nifestar que "la única libertad verdadera del hombre consiste en po­der quitarse la vida", sí debemos afirmar que ésta es una de las li­bertades que, jamás, se le pueden discutir o negar a nadie.

Con­side­ramos verdaderamente abominable que a un ser humano se le conde­ne a vi­vir contra su voluntad, obligándole a soportar una vida indig­na en lugar de propiciarle una muerte digna. Centenares de miles de monos domésticos con enfermedades incurables en fase terminal (la ma­yoría a­fec­tos de cán­cer, esclerosis múltiple, enfisemas termi­nales, graves reu­matismos o parálisis producidas por accidentes de tráfico); ancia­nos paralíticos con edades superiores a los 90 años, con difi­culta­des para ver, ha­blar, comer, etc...(la mayoría de ellos habiendo per­dido ya a la familia y a los amigos) quieren morir, y así se lo hacen saber a sus médicos. Pues bien, a pesar de que para ellos el único futuro que existe es la muerte a corto plazo, la so­cie­dad y vuestras leyes les obligan a seguir de­teriorándose y a vivir el final de sus días en cre­ciente deterioro y desespero.

La eutanasia es el último derecho que le queda al en­fermo terminal que desee ponerlo en práctica. Es una deci­sión volun­taria que, en la mayoría de los casos, se ha encargado el propio paciente de ir co­municando, de manera reiterada, a sus familiares. Estos, las más de las veces, actúan contra la voluntad del paciente, negándosela, si este tie­ne la des­gracia de no poderse ex­presar en los últimos mo­men­tos, al faltarle la lucidez o el habla.

El partidario de la eutanasia no va pidiendo la mu­erte a diestro y siniestro de los seres que sufren; pide para sí, pre­cisa­mente por amor a la "vida", una muerte digna ante un sufrimiento a­troz e ine­vitable. Creemos que privar de la eutanasia al que racionalmente la so­li­cita, es un hecho inmoral, muy propio de vuestra criminal especie.

Aunque las leyes españolas han despenalizado el suici­dio, el artí­culo 409 del Código Penal castiga con pena de prisión menor (de seis a doce años de cárcel) a quien preste ayuda para el suici­dio, y con re­clu­sión mayor si la ayuda incluye la ejecución de la muerte. La pregunta es evidente: Por qué ha de ser delito, el auxilio a una cosa que no es delito?.

A mi entender debe diferen­ciarse de manera clara en­tre auxi­liar al suicida (facilitar su volun­tad), lo cual de­be­ría ser despenali­zado, e inducir al suicidio (mani­pular su volun­tad) que debe­ría mante­nerse como delito. La Constitu­ción da priori­dad a la li­bertad sobre el dere­cho a la vi­da, por lo que el ar­tículo 409 del Có­digo Penal podría ser anticonstitucional, al castigar con igual pena al que mata a otra per­sona con su consen­ti­miento y al que lo hace con­tra la voluntad de la víctima. La equipara­ción penal entre el homicidio y el homici­dio-suicidio, funda­men­tada en el des­precio hacia la volun­tad del su­jeto pasivo, podría atentar contra el principio constitu­cio­nal de igualdad y contra la necesaria proporcio­nalidad entre el hecho delic­tivo y la pena. No puede casti­gar­se i­gual a quien mata a otro contra su volun­tad que a quien lo hace en cumpli­miento de esa volun­tad. La li­bertad del ciudadano es el eje dia­man­tino que el Es­tado debe respe­tar al regular los demás dere­chos.

El derecho a la vida (como declaró el Tribunal Cons­titu­cional en sentencia sobre el aborto), no es un dere­cho absolu­to, sino que debe compatibilizarse con otros, como la digni­dad de la persona y, en par­ticular, con el derecho a morir con digni­dad. Frente a quienes con­sideran que el derecho a la vida debe prevalecer sobre cu­alquier otro por consideraciones éticas, el problema surge cuando "su" ética, que es una cuestión personal, se im­pone a la de los de­más. …¿Me leen bien, señores curas?

La mayoría de los ciudadanos opinan que la muerte sólo pertenece al individuo, y sólo él tiene de­re­cho a deci­dir sobre ella. La vida es un intrans­ferible derecho de quien vive y la muerte, a su vez, un in­transferi­ble derecho del mori­bundo. Periódicamente aparecen en nuestros rotativos encuestas de opi­nión serias y fiables relacionadas sobre la eutanasia. Durante el año 1988 se publicaron las efectuadas en Gran Bretaña y Francia. Los re­sultados fueron harto elocuentes. Los britá­nicos se inclinaron en un 72 % a favor de la eutanasia, mientras que el 76 % de los fran­ceses apo­ya­ron la despenalización de la "muerte por compasión".

Lo verdaderamente chocante (por lo vergonzoso de la si­tuación) es que, mientas se prohíbe la muerte digna (a petición pro­pia) de un ciudadano, se manda a otros ciudadanos, sin el más leve sonrojo, a la guerra o a la silla eléctrica. Ello representa un e­jemplo más de la que los bonobos llamamos vuestra vergonzosa "hipocresía social".


Demasiadas veces hemos visto artículos en revistas no es­pecializa­das, hablando del "suicidio" de los lemmings, escorpiones, o balle­nas. En lo que escribís de la demás especies se demuestra, una vez más, vuestra ignorancia y vuestro antropocentrismo.
Para que se de tal suicidio, el animal debe ser cons­ciente de que dejará de existir si toma una decisión determinada. Para ello debe tener una idea clara de la irreversibilidad de su pro­pia muerte, y de que la misma le sobrevendrá a consecuencia de tomar determinada de­cisión.
Al pensar de esta manera ejercéis de antropocentristas. Vosotros habéis experimentado tanto con vuestras muertes…y, por desgracia, con la de los demás, que conocéis a la perfección las consecuencias irreversibles de ciertos actos y, en vuestra ignorancia, pensáis erróneamente que lo mismo que sabéis vosotros es aplicable al mundo de los cetáceos, roedores e incluso, a los artrópodos.

Los lemmings, son unos pe­que­ños roedores, pertene­cien­tes a los géneros Dicrostonyx, Myopus y Lemmus, los cuales, en deter­minados períodos, sufren migraciones en busca de nuevos pastos que reemplacen los ya agotados.
En el trans­curso de estas migra­cio­nes, se encuen­tran con pequeños charcos de agua que vadean sin proble­mas; a veces se encuentran con ríos o con el mar (por primera vez en sus vidas) y al intentar atravesarlos, perecen de manera ac­cidental. No tienen manera de saber del potencial destructor del mar, ya que no lo han visto en su vida, por lo tanto no podemos hablar de suicidio, sólo de un mero accidente.

Los escor­pio­nes, a los que el cruel humano ha ro­deado con un círculo de fuego, mueren al poco rato, pero no a consecu­encia de un suicidio volun­ta­rio perpetrado con el veneno de su aguijón, como sugieren los ignorantes humanos, sino debido a la coagu­lación de las proteínas por efecto del ca­lor del fuego. Vuestro antropocentrismo os hace suponer que la presencia del fuego les hará entrar en pánico, lo que les llevará a tomar la decisión de terminar con sus vidas, como hacen los histéricos monos domésticos al saltar por las ventanas o balcones tan pronto como se ven envueltos en llamas.
En ningún momento se os ocurre pensar que el escorpión es inmune a su propio veneno o que se come a las presas envenenadas con su aguijón venenoso, sólo pensáis en lo que haríais vosotros y lo extrapoláis a los demás animales ¡¡ aunque sean artrópodos ¡¡

Los "suici­dios" de las ballenas, no son tales, sino meros accidentes de emba­rrancamiento en las arenas de las playas, al interferir el hombre en sus sistemas de orienta­ción, a causa de las explosiones submarinas provocadas en las pros­pecciones petrolífe­ras, pruebas de armamento, o por culpa de una alteración del campo magnético que utilizan para orientarse, o a causa de un pequeño parásito que se instala en su oído y que les impide determi­nar su situación de orienta­ción, o simplemente puede ser debido a que el cetáceo haya muerto en alta mar y las olas lo ha­yan barrido hacia la playa.
Ignoráis todas estas posibles razones y habláis directamente de “suicidios en masa”, así lo expresáis vosotros y así se lo he oído contar a los presentadores de vuestros telediarios.
¡¡ Y es que vuestra ignorancia cada vez es más atrevida ¡¡


Algunos seres humanos, son incapaces de soportar un determinado nivel de sufrimiento físico o mental. Ello les hace serios candidatos al suicidio.
El suicidio es el acto má­ximo de agresión que uno puede infligirse a sí mismo.
Para llegar a romper la dura línea del instinto de con­ser­vación y del respeto a la propia vida en su relación con los de­más, el suicida necesita haber alcanzado una total marginación fruto de un enorme conflicto interior.

En los países desarrollados aumenta el número de sui­ci­dios, por ser también los lugares donde el individuo se si­ente más sólo, más fal­to de comunicación, y más presionado por el estrés. En estas so­ciedades también hay un mayor número de ase­sinatos.

Las edades con una mayor predisposi­ción al sui­ci­dio son las mar­cadas por la transición, es decir, la pubertad y el paso a la se­nec­tud. Ello ocurre, tanto por desapariciones momentáneas de la espe­ran­za, como por la falta de proyectos que revitalicen la volun­tad de luchar, de mejorar la vida. Por ello el porcentaje de suicidios au­menta al aumentar la edad.

Los hombres se suicidan más que las muje­res, espe­cialmente los depresivos y alcohólicos, los sol­teros sin ami­gos o fami­lia­res, los recién separados por abandono im­previsto de uno de los cónyu­ges, o los que enviudan a edad a­vanzada.
También el paro puede inducir al suicidio, o el tener un trabajo ca­rente de gra­tifica­cio­nes persona­les.
Otros ponen fin a sus días al contraer una enferme­dad grave e i­rreversible.

Por lo que respecta a los jóvenes cabe decir que en los países occidentales, el suicidio, es la segunda causa de muerte (después de los accidentes de tráfico) en los ciudadanos de eda­des comprendidas entre los 15 y los 24 años. Según las estadísticas, la mortalidad por suicidio va au­mentando paulatinamente. En Francia, en 1972, se suicidaron 656 jóve­nes, ci­fra que subió a 887 en 1982. Durante este mismo período las mu­ertes por accidente de coche dismi­nuyeron (3.590, en 1972, por 3.234 en 1982). La tónica mantiene los mismos patrones en la presente década.

Más de dos mil españoles tratan de quitarse la vida cada año (duran­te el año 1989, en el Hospital Clínico de Barcelona, se pre­sen­taron tres casos de suicidios no consumados, cada dos días). Las cifras se mantienen constantes (2017 en el 2006, según informes oficiales) aunque en realidad las cifras reales no tienen nada que ver con las “oficiales”. Ver datos para los años: 1998, 2002 y 2006.

La propor­ción de suicidios es de tres a uno a favor de los hombres respecto a las mujeres, según las es­ta­dísticas ofi­cia­les. Esta proporción superior de hombres suici­das, se mantiene casi invariable, en todos los paí­ses occidenta­les.
Se cal­cula que todos los días se quitan la vida unos 2.800 ha­bi­tan­tes de este planeta, a razón de uno cada 30 segun­dos. Aun­que a ellos debería añadírseles muchas de las muertes atri­buidas a ac­ci­den­tes que no en­tran en la estadística de suicidios y que sin duda lo son. De ser contabilizados como tales, los sociólogos creen que la cifra de sui­ci­dios quedaría multiplicada por cinco. Además de estas cifras, se de­ben añadir a la lista otras 9.000 per­sonas más, que in­tentan el suicidio sin conseguirlo (un in­tento cada nueve segundos), se­gún datos de la Organización Mundial de la Sa­lud.
Según la OMS, vuestros suicidios son la causa de casi la mitad de todas las muertes violentas de vuestra especie en el mundo y alcanzan una cifra de más de un millón de casos al año y, según dicha organización, el número de suicidios podría aumentar a 1,5 millones en 2020, agravando la situación todavía más. Por cada muerte por suicidio, hay numerosas familias y amigos cuya vida se ve devastada emocional, social y económicamente. En la mayoría de los países europeos, el número de muertes por este motivo es mayor que las que se producen por accidentes de tránsito.
En 2001, el número global de decesos por suicidio fue mayor que los de homicidios (500.000) y guerra (230.000).

Los meses en los que se suicidan mayor número de monos domésticos espa­ño­les co­rres­ponden a la primavera y verano. En estas épocas del año se producen cambios a nivel fisiológico en los seres vivos, de los que el primate humano no escapa.
En prima­vera hay una mayor movilización de la agresivi­dad, alterándose las con­diciones biológicas, además, se da el factor psicológico de que en primavera existe el con­traste de la fuerza del es­plen­dor de la Natura­leza y de la os­curidad de un futuro perso­nal.

Tam­bién por Navidad aumentan los suicidios, espe­cial­mente tras el re­ciente fallecimi­ento de un fami­liar alle­gado. Estas tendencias quedan constatadas tam­bién, por las llama­das de pre­suntos suicidas efectuadas al Teléfono de la Esperanza. Dicha institu­ción afir­ma que se producen una mayor cantidad de lla­madas de presun­tos suici­das, los domingos y los lunes. El domingo a­fec­ta a los que se sien­ten solos, y el lunes (día depresivo por exce­lencia) a los que no se ven capaces de apechugar con una nueva semana de proble­mas.
El telé­fono sirve para disuadir a bas­tantes de estos presuntos suicidas. Sólo en los EE.UU., hay más de 150 pro­gramas de preven­ción de sui­ci­dios que fun­cionan las 24 horas del día.

La mayoría de los suicidas toman su deci­sión después de caer en un es­tado de­presivo. Se da con bastante fre­cuencia que el ase­sino su­fra una fu­erte depresión poco después de ha­ber cometido el asesi­na­to, por ello no es de extrañar que uno de cada tres asesinos se sui­cide poco des­pués de haber cometido su cri­men.

La depresión no sólo golpea a un individuo por causas exógenas, como puedan ser graves problemas de pareja, graves dificul­tades eco­nómicas, etc., sino que puede ser debida a problemas endóge­nos, como en­fermeda­des, menopausia, etc. Conviene llegado a este punto, hacer notar a los filántropos que la depresión es un estado anímico no pri­vativo del primate huma­no, ya que la sufren muchos otros vertebrados, desde perros que han perdido a su amo, hasta pája­ros recién enjaula­dos. En tales circunstancias no es raro que rehúsen la comida, lo que a la larga puede ocasionar su muerte. Este “efecto colateral” no debe confundirse nunca con un suicidio.

En bastantes ocasiones, los suicidios se dan en olea­das, provoca­das sin duda, por un efecto imitativo. Cuando un preso fa­moso se suicida, se dan poco después, en un corto período de tiem­po, una se­rie de suicidios que tienen como característica común el hecho de utili­zar el mismo método suicida. Se trata de un intento de emular al héroe.
Una proporción desusada de reclusos puso fin a sus días, ahor­cándo­se, tan pronto como trascendió la noti­cia de la muer­te, por ahor­ca­miento, de Rafi Escobedo. A este fenómeno se le deno­minó "sín­drome Escobedo". Escobedo había sido su ídolo, como antes lo fueron "El Vaquilla" o "El Lute".
En los EE.UU. se produjeron seis veces más suicidios de los previstos, en los siete días que su­cedieron al suici­dio de Salvador Allen­de. Algo parecido ocurre con los suici­dios de adolescentes que si­guen inmediatamente al suicidio de uno de sus ído­los. Una oleada de suici­dios de jóvenes, con 23 muertos y decenas de heridos, se produjo en Ja­pón en el breve período de dos semanas, a raíz de que el cantante "pop" Yukito Okada, de 18 años, se lanzase desde un doceavo piso de su casa de Tokio, el 8 de abril de 1986. Casi to­dos los suicidas escogie­ron el mis­mo método que había utilizado su ídolo. El "New England Journal" publicó en 1986 un estudio en el que se demostraba que el suicidio de un joven visto por TV, pro­vocó una cadena de suicidios de adolescentes.
El suicidio de un personaje famoso, acaba por decidir a los que se están planteando tomar tal deci­sión, y el éxito del método utilizado por aquel, les convencerá para utilizar el mismo sistema.


En España se registran unos 5,26 suicidios o tentativas de suicidio por cada 100.000 habitantes. En las cárceles dependientes del Estado, se producen 142,4 suicidios o tentativas por cada 100.000 presos.
La tasa de suicidios en prisión multiplica por 27 la tasa natural del conjunto de la población española.
Un total de 118 reclusos se suicidaron en los centros dependientes de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias -lo que excluye a los situados en Cataluña, que tiene transferidas las competencias sobre prisiones- en el periodo comprendido entre el 1 de enero de 2000 y el 31 de octubre de 2004, y otros 379 lo intentaron.
A estos datos hay que añadir los datos sobre agresiones violentas entre reclusos.Las agresiones entre internos fueron 4.699: de ellas 394 concluyeron con el resultado de lesiones graves o muy graves, y 11 reclusos fallecieron a consecuencia de esos incidentes.
En las cárceles reina un ambiente tremendamente agresi­vo hacia el preso, puesto que el medio en el que se desenvuelve es suma­men­te hos­til y su sistema de alerta se halla constantemente ac­tivado para po­der defender su inte­gridad física. Por otra parte el interno se sien­te totalmente impo­tente, puesto que su destino depende de fun­cio­narios, jueces y poli­cías. La hostilidad del ambiente, com­binada con la alte­ración de su personalidad, le predispone para tomar la fatal decisión.


Cuando se suicida un adolescente el impacto emocional en la fami­lia y en los amigos es verdaderamente terrible. Los sentimien­tos de culpabilidad se manifiestan con los de tristeza, agresi­vidad y pro­funda depresión. Algunos de estos sentimientos se proyec­tan sobre los familiares y amigos del adolescente muerto, pues en parte se les res­pon­sabiliza de lo ocurrido. Los trabajos de Farberow, en 1983, sobre el suicidio juvenil en diez países, le lle­varon a la conclusión de que el factor más impor­tante que determinaba la fatal deci­sión era las malas relaciones con los padres, seguidas de depresiones, antecedentes de ten­tativa de sui­cidio, aislamiento social y problemas de rendimiento en la escuela.
La tentativa de suicidio más que un deseo de muerte, es una co­municación de la agresividad por la frustra­ción a la que se ve so­me­tido el joven. El estrés causante de la frus­tración se debe, con frecuencia, a problemas personales con la familia nuclear o con la pareja.

La primera causa de suicidio en los niños y adolescen­tes es el fracaso escolar. Las malas notas causan el 70 % de los suici­dios in­fantiles (según datos aportados al 5o Congreso de Neuropsiquiatría In­fantil y Juve­nil). Los culpables indirectos de esta decisión son los propios pa­dres que no comprenden la situación por la que pasan sus hijos y les someten a continua presión. Se obstinan en pensar que: "El niño no vale si no saca buenas notas". Los que se dedican a la enseñanza universitaria están hartos de encontrarse con jóve­nes de brillante é­xito memorístico que vuestro estúpido e irracio­nal sis­tema docente uni­ver­sitario premiará con brillantes notas y que, en rea­li­dad, serán los grandes fracasados del mañana al habér­se­les valo­rado su capacidad memo­rís­tica por encima de su capacidad de razonamiento.
Con harta frecuencia se demuestra que la memoria es la "inteligencia" del incapaz, y precisamente la “inteligencia del incapaz” es lo que potencian y premian vuestras caóticas universidades.

La segunda causa de suicidio infantil es la muerte de los abuelos, que para los niños suele ser el pri­mer con­tacto con la muer­te. Les impulsa a tomar esta decisión, el deseo de imitar, y la cu­rio­sidad por ir donde se hallan los abuelos (debido a explicaciones atrac­tivas efec­tua­das por los pa­dres sobre la muerte de estos y del mara­villoso lugar donde se en­cuen­tran).

También las disputas familia­res in­fluyen en el suici­dio in­fan­til. Ambas causas suponen una caren­cia de afecto y de comprensión, y ello hace que para el niño la situa­ción se haga inaguanta­ble, quedando ate­nazado por la de­presión y la angustia. Mu­chos de estos suicidios se­rían evitables si se interpretasen a tiempo los sín­tomas que ante­ceden a la deci­sión fatal.
El niño muestra, días an­tes, una serie de indicios de depre­sión con diversas molestias físicas, tales como, dolores de ca­beza y de estóma­go. Tiene pocas ganas de jugar, no se siente motivado por sus estu­dios y muestra una generosidad inusitada con sus objetos persona­les más queridos que en­trega a sus mejores amigos a modo de regalos inesperados. Suelen ser niños de personalidad frágil a los cuales la presión de los fami­liares y profesores abruma. El niño se agrede a sí mis­mo y de esta manera agre­de, de manera indirec­ta, a sus padres y a la so­ciedad.

La muerte, en la edad preescolar se imagina como una de­sa­pari­ción temporal. A partir de los ocho años el niño ya le da a la muerte el valor real, aunque no comprende aún muy bien la eterni­dad de la pro­pia desaparición. La televisión se encarga de propor­cionar una idea irreal de la muerte, ya que los actores que mueren en un film apa­re­cen vivos en otro.


Existe una variedad de suicidio que podríamos llamar "su­i­cidio accidental". Un ejemplo de este tipo de suicidio lo cons­tituye la llamada "ruleta rusa". Se puso de moda en España en el verano de 1989. Una vez más el efecto mimético fue el respon­sable de esta cir­cunstan­cia. No es casualidad que desp­ués de seis meses sin una sola víctima en todo el país por ruleta ru­sa, al produ­cirse, a principios de vera­no de 1989 un caso de suicidio por este método, se arrastrase por mimesis una oleada de casos consecutivos.
Las personas que pa­decen cual­quier tipo de debilidad mental, de psicopatías agravadas por cir­cuns­tancias ambienta­les, sociales, climatológicas o persona­les, se sien­ten arras­tradas, en cier­tas ocasiones, por el impacto de un hecho que les impre­siona.

Otra moderna versión del "suicidio accidental" de cariz parecido a la ruleta rusa, se hizo popular en verano de 1990. Con­sis­tía en co­lo­carse en la vía del tren, sentado o de pie y esperar a que llegase el tren para saltar en el último momento. Naturalmente el ven­cedor era el que lograba resistir más tiempo sobre la vía. El más a­tre­vido se granjeaba la admiración y el respeto de sus compañeros y as­cendía rápi­da­mente en el estatus del grupo.
La situación se agrava por culpa de tres factores esenciales: en primer lugar, las apuestas que se cruzan suelen ser "litronas" de cerveza que son consumidas por el grupo sobre la misma vía con la consiguiente pérdida de reflejos. En segundo lugar, los trenes circulan, hoy día, a velocidades supe­riores a los 160 kilómetros por hora. Y, en tercer lugar, los tre­nes, en la actualidad, apenas hacen ruido ya que cir­culan por carri­les soldados, con lo que el clásico traqueteo ya no puede ser detec­tado a distancia. Otras variantes del mismo "juego" son las de sa­car medio cuerpo desde una columna de electrifi­cación y parapetarse detrás de ella en el pre­ciso momento en que pasa el tren, o colgarse de las tra­viesas en los pasos superiores, sacar la cabeza y esconder el cuerpo, hasta que aparezca la locomotora. Aunque lo más típico es ten­derse sobre las tra­viesas y esperar tendido la llegada del tren...y dejar que todo el con­voy pase por encima del cuerpo. Cualquier des­cuido triturará a los practi­cantes, pero los ven­ce­dores pasarán por “súper-héroes” ante sus compa­ñeros.
Un último ejemplo de este tipo de suicidios, lo ten­dríamos en los conductores "kamikazes", que proliferaron por efec­to mimé­tico a fina­les de los ochenta y que reaparecieron con fuerza en el 2004.
En 1988, se puso de moda, en la costa Romaña italiana, el lanzarse a ciegas, con el coche a toda velocidad, hacia uno o dos cru­ces de carretera, sin respetar la señal de "stop". El que supe­raba el reto, se embolsaba una cantidad de dinero que fluctuaba entre 100.000 y un millón de las antiguas pesetas (si se saltaban también el segundo "stop"). El cruce más utilizado para tal prác­tica fue el de la anti­gua carretera adriá­tica con el "viale Abruzzi", en Ric­cione. La ca­rretera lleva a una colina donde se encuentran al­gunas de las disco­tecas más famosas de la costa: "Peter Pan", "Byblos" y "Pachá". La edad media de los prac­ti­cantes denuncia­dos, fue de 30 años.
Lo cierto es que el motivo prin­ci­pal de practicar este tipo de "ruleta rusa", no era el dinero, ya que entre los vehículos abundaban los "Volvo", "BMV", y "Merce­des". Algunos de los coches estaban ocupados por cinco o seis per­sonas. El "juego", ve­nía practicándose desde 1980, antes de ha­cerse popular, en 1988.
Como consecuencia de la “moda kamikaze” durante 1989, en España, fueron detenidas 57 personas por conducir en sen­tido contrario (y a toda velocidad) por las auto­pistas, según la Direc­ción General de Tráfico (DGT). Es­tos conduc­tores produ­jeron 35 acci­dentes, que ocasionaron 22 muertos, 23 heri­dos graves y 13 leves. Las deten­ciones tuvieron lugar en 12 pro­vin­cias diferentes. La mayoría tenía más de 30 años y dos de ellos más de 60.

Para evitar la proliferación de los conductores suici­das (mu­chos de los cuales se constituían como resultado de las apues­tas cru­zadas al salir de las discotecas) se tuvo que modificar el Código Penal, en 1989, introduciendo el artículo 340 que penalizaba tales ac­cio­nes con multas de hasta tres millones de las antiguas pesetas, prisión de dos a diez años y reti­rada del permiso de conducir (en algunos casos, a perpetu­idad). Tam­bién se aconsejó a la prensa que no divulgara los futuros casos para evitar el efecto de mimetismo.

Estáis tan asqueados como especie y con el mundo que habéis destrozado, que cada vez pensáis más en quitaros las vidas. Ello nos demuestra a los demás primates que estáis muy lejos de ser una especie triunfante y muy cerca de ser escoria viviente entre los monos.
Desde el año 2000 habéis puesto de moda, con la ayuda de Internet, el “fomento al suicidio”. Cada día sois más y más los monos domésticos participando en este juego. El anonimato virtual propio de Internet os facilita las cosas, y los Gobiernos no saben que hacer con vosotros.
Japón, donde el suicidio se considera honorable por razones tradicionales e históricas, no puede controlar la situación. Los Samuráis cibernéticos buscan su glorificación en la Red de Redes.
Los clubes de suicidio ya proliferan en Japón, Corea del Sur y Reino Unido.
Los constantes pactos entre futuros suicidas vía Messenger han obligado a los Gobiernos a cambiar la legislación y los foros pro-suicidio están ahora más controlados, sin embargo, los resultados son descorazonadores ya que la policía japonesa admite que por cada Web que logran eliminar, surgen otras diez en las que los jóvenes deprimidos buscan a alguien que les organice la muerte y colegas que les acompañen en su tránsito hacia el más allá.
Las webs pro suicidio publican anuncios del estilo “Se buscan voluntarios para suicidio colectivo”, etc. Catalogan los diferentes métodos según rapidez, efectividad y el dolor que produce cada método, también se describe con todo detalle en que estado será encontrado el cuerpo, incluso sugieren diferentes modelos de mensajes póstumos para las familias.
En vuestro país el problema es tan evidente que el Departamento de Salud de la Generalitat, en Catalunya, incluye un test personal en Internet para los que están pensando en quitarse la vida. La finalidad del test es conseguir que el candidato a suicida de marcha atrás.

Por último, no hay que olvidar que en algunas ocasiones el primate humano se suicida en ma­sa. Tales circunstancias suelen ser propiciadas por derrotas militares, miedo a la esclavitud o fanatismos religiosos.

El hecho de que vosotros seáis el único mono que es capaz de matarse a si mismo y a conciencia, nos habla de lo miserables y tristes que son, para algunos, vuestras vidas, hasta el punto de pensar que no merecen ser vividas.

Vuestras crecientes tendencias suicidas nos muestran lo desgraciados que sois en vuestro ámbito social y el grado de vuestra incapacidad para poder encontrar soluciones a vuestros problemas.


Los bonobos, en cambio, vivimos en paz, tranquilos, disfrutando de una fruta más fresca y sabrosa que la vuestra, nuestra agua no sabe a cloro como la de vuestras ciudades y nuestro sexo es acompañado por el canto de los pájaros. En lugar de morir, sólo pensamos en vivir eternamente en nuestro paraíso. Sólo vuestra presencia lo hecha todo a perder, llegáis a nuestro territorio y nos traéis vuestra polución, destrucción y muerte.

Una vez más, nos dais nuevos argumentos para que, bonobos, gorilas, orangutanes y chimpancés nos congratulemos de no pertenecer a vuestra infeliz y criminal especie.



1 comentario:

Lily dijo...

Que poco necesitamos para NO convertirnos en un MONO SUICIDA....




One day, when I was a freshman in high school,

I saw a kid from my class was walking home from school.

His name was Kyle.

It looked like he was
carrying all of his books.

I thought to myself, 'Why would anyone bring home all his books on a Friday?

He must really be a nerd.'

I had quite a weekend planned (parties and a football game with my friends
tomorrow afternoon), so I shrugged my shoulders and went on.

As I was walking, I saw a bunch of kids running toward him.

They ran at him, knocking all his books out of his arms and tripping him so he landed in the dirt.

His glasses went flying, and I saw them land in the grass about ten feet from him.

He looked up and I saw this terrible sadness in his eyes

My heart went out to him. So, I jogged over to him as he crawled around looking for his glasses, and I saw a tear in his eye.

As I handed him his glasses, I said, 'Those guys are jerks.


They really should get lives.

' He looked at me and said, 'Hey thanks!'

There was a big smile on his face.

It was one of those smiles that showed real gratitude.

I helped him pick up his books, and asked him where he lived.

As it turned out, he lived near me, so I asked him why I had never seen him before.

He said he had gone to private school before now.

I would have never hung out with a private school kid before.

We talked all the way home, and I carried some of his books.

He turned out to be a pretty cool kid.

I asked
him if he wanted to play a little football
with my friends

He said yes.

We hung out all weekend and the more I got to know Kyle, the more I liked him, and my friends thought the same of him.

Monday morning came, and there was Kyle with the huge stack of books again.

I stopped him and said, 'Boy,
you are gonna really build some serious muscles with this pile of books everyday!

' He just laughed and handed me half the books.

Over the next four years, Kyle and I became best friends...

When we were seniors we began to think about college.

Kyle decided on Georgetown and I was going to Duke.

I knew that we would always be friends, that the miles would never
be a problem.

He was going to be a doctor and I was going for business on a football scholarship.

Kyle was valedictorian of our class.

I teased him all the time about being a nerd.

He had to prepare a speech for graduation.


I was so glad it wasn't me having to get up there and speak

Graduation day, I saw Kyle.

He looked great.

He was one of those guys that really found himself during high school.

He filled out and actually looked good in glasses.

He had more dates than I had and all the girls loved him.

Boy, sometimes I was jealous!
Today was one of those days.

I could see that he was nervous about his speech.

So, I smacked him on the back and said, 'Hey, big guy, you'll be great!'

He looked at me with one of those looks (the really grateful one) and smiled.

' Thanks,' he said.

As he started his speech, he cleared his throat, and began

'Graduation is a time to thank those who helped you make it through those tough years.

Your parents, your teachers, your siblings, maybe a coach...but mostly your friends...

I am here to tell all of you that being a
friend to someone is the best gift you can give them.

I am going to tell you a story.'

I just looked at my friend with disbelief as he told the
story of the first day we met.

He had planned to kill himself over the weekend.

He talked of how he had cleaned out his locker so his Mom wouldn't have to do it later and was carrying his stuff home.

He looked hard at me and gave me a little smile.

'Thankfully, I was saved.

My friend saved me from doing the unspeakable.'

I heard the gasp go through the crowd as this handsome, popular boy told us all about his weakest moment.

I saw his Mom and dad looking at me and
smiling that same grateful smile.

Not until that moment did I realize it's depth.

Never underestimate the power of your actions.

With one small gesture you can change a person's life.

For better or for worse.

lives t o impact one another in some way.

Look for Good in others.



There is no beginning or
end.. Yesterday is history.

Tomorrow is a mystery.