domingo, 27 de julio de 2008

AGRESIVIDAD HUMANA (I)

Vuestra especie es sumamente agresiva.


Parte de vuestra agresividad pudiera justificarse por el hecho de ser animales territoriales y jerárquicos, pero lo que en realidad os pierde es la agresividad gratuita que tantas veces protagoniza vuestro comportamiento.
Durante los próximos meses publicaremos una serie de entradas para analizar vuestro comportamiento agresivo y para demostrar que sois la especie más cruel, violenta, irracional, irresponsable, destructora y criminal que existe sobre la capa de la Tierra.

Al calibrar la agresividad, debemos en primer lugar espe­cificar qué tipo de actos consideramos agresivos.
No es lo mismo ca­li­ficar las amenazas como actos agresivos, que considerar como ta­les, úni­camente, los contactos físicos. Si definimos a las amenazas como com­portamiento agresivo, llegareis a la conclusión de que los chim­pan­cés son aun más agresivos de lo que os pensáis, por la cantidad de exhibiciones de ame­naza que prodi­gan, y aún así, probablemente estaréis equivoca­dos, puesto que las ex­hibiciones del chimpancé no siempre pueden ser juzgadas bajo pará­metros huma­nos.

Por otra parte, aún queda algún que otro autor que opina que el primate hu­mano no es especialmente agresivo (sin duda lleva­do por su sober­bia de especie y su especismo).
Para llegar a esta con­clu­sión, estos individuos han tenido en cuen­ta solamen­te el porcentaje de muer­tes vio­len­tas que se da en una de­termi­nada po­bla­ción, pero lamentablemente se "ol­vidan" de in­te­grar en sus estadísti­cas de agresividad, el porcen­taje de huma­nos que maltratan bie­nes públi­cos (como estatuas, papele­ras o cabinas telefónicas), a los que mal­tra­tan a los demás animales, a los que agreden a sus muje­res o a sus hi­jos; a los que practican, o dis­fru­tan viendo practicar deportes vio­len­tos; a los "hoo­ligans" del fút­bol; a los que abusan de sus infe­rio­res, a los que tor­tu­ran por ideas polí­ticas o por disiden­cias reli­gio­sas, o a los que a­tra­can y roban. Todas ellas son mues­tras, dema­siado fre­cuentes de vio­len­cia fí­sica, que ponen en evidencia la gran cantidad de agre­sivi­dad que atesora el pri­mate hu­mano.

Que el hombre es una especie muy agresiva parece fuera de toda duda. Con la excepción de algunos roedores, ningún otro verte­bra­do destruye habitualmente a miembros de su propia especie, ni nin­gún otro animal disfruta ejercitando la crueldad sobre otros seres vivos. No existe nada comparable en el resto del reino animal, en especial por lo que respecta a asesinatos, guerras o torturas.

La agresión es una palabra que todo el mundo conoce pero que es difí­cil de definir. En todo caso cubre un amplio espec­tro de compor­tamiento humano que va desde el llanto del bebé, al ase­sino sá­dico, pasando por el torturador, por el que destroza cabinas de telé­fonos o por el futbolista vio­lento.
No existe una línea diviso­ria clara que se­pare las formas de agresión que todos deplora­mos y las que son re­comen­dables para la supervivencia.
El deseo de poder, en su forma más extrema, tiene los e­fec­tos de­sastrosos que todos conocemos; pero el impulso de conquis­tar las di­ficultades para dominar el mundo ex­terior es necesario para la su­per­vivencia del individuo. Cuando un niño o un joven se re­vela contra la autoridad paterna, está manifes­tando el de­seo de independen­cia y la necesidad de reafir­mar su per­sonalidad.

La agresión sería (según la mayoría de autores) la res­puesta que si­gue a la frustración. La violencia pura y simple, es la manifes­tación libre de la agresión. No toda agresión es violencia, pero toda violencia es agresión.

En las discusiones sobre la agresión humana, psicólogos, sociólo­gos y antropólogos se muestran, por lo general, en desacuerdo con los trabajos de los etólogos.
Aluden frecuentemente a extrapola­cio­nes abu­sivas o ilíci­tas del “animal” al hombre, con lo que muestran una falta de familiari­dad con la metodología y la teoría de la biología compa­rada.

La cuestión de por qué un ser vivo se comporta de una ma­nera de­ter­minada no supone únicamente indagar en los mecanismos fi­sioló­gicos y en los estímulos desencadenantes, sino también en el valor de la selección y, en con­secuencia, en la evolución fi­logené­tica e históri­ca. El estudio comparado de rituales en distintas cul­tu­ras de­muestra que pese a la enorme variabilidad del fenotipo externo, en el fondo hay una disposición estructural básicamente idéntica. Quede claro pues, que la etología no se limita a estudiar úni­camente el comportamiento innato del animal huma­no, sino que ade­más también in­vestiga el comporta­miento cultural de este prima­te.

Para entender vuestra agresividad desde el punto de vista biológico es necesario hacer unas cuantas consideraciones fisiológicas:

Dos conjuntos funcionalmente distintos de fibras ner­vio­sas parten de los centros autónomos del sistema nervioso de los vertebrados. Las fibras que parten del encéfalo y de la parte posterior de la mé­dula espinal, re­presen­tan la salida parasimpática del sistema autóno­mo; y las fibras que parten de la posición media de la médula espinal cons­tituyen la sa­lida simpática.

Cuando un mamífero se encuentra en estado agresivo, se producen una serie de cambios fisiológicos en su cuerpo. El sistema nervioso es el encargado de controlar la situación. Para ello deben actuar de manera coordinada sus dos sub-sistemas: el sis­tema parasim­pá­tico y el simpático.
El primero, mantiene y administra las reser­vas corpora­les, mientras que el segundo dispone al cuerpo para que pueda ejercer una enérgica acti­vidad.
En circunstancias nor­males existe un perfec­to equilibrio entre ambos sub-sistemas, pero cuando el cuerpo se ha­lla bajo la influencia de un desencadenante de la a­gresividad, el e­quilibrio se rompe.

La influencia del sistema nervio­so sobre las glándulas supra­rrenales provoca la emisión de a­dre­na­lina dentro del sis­tema cir­cula­torio.
La ac­ción de esta hormona hace que el cora­zón bom­bee la san­gre con más fuerza y rapi­dez, pro­du­cién­dose una transfe­rencia de la misma, en una direc­ción de flujo que va de lu­ga­res donde no se necesita de ma­nera pere­nto­ria (ví­sceras y pi­el), a lugares donde es más necesaria (cerebro y músculos).
Su ac­ción re­duce el tiempo de coagu­la­ción de la san­gre, lo que evitará que se pierda san­gre por cau­sa de he­ridas menores.
La presión sanguí­nea au­menta de ma­nera eviden­te, a la vez que se in­crementa la produc­ción de glóbulos rojos, a fin de que pue­dan trans­portar más oxígeno a los ór­ga­nos clave y liberarles del dióxido de carbono.
Se inhi­ben todos los pro­ce­sos de digestión, aun­que tiende a incrementarse el flujo gástrico.
El glucógeno almace­nado en el hígado, se trans­forma en glu­cosa más fácilmente utilizable, para po­der in­crementar la eficacia muscu­lar.
Pa­rale­lamen­te, aumenta el ritmo res­piratorio a la vez que la respira­ción se hace más profun­da. La piel se perla de su­dor, lo cual permi­tirá, al eva­po­rar­se, una refrige­ración de la su­per­ficie cor­po­ral, con lo que con­tribu­irá, tam­bién, a la erección del pelo en al­gunas zonas.
Di­cha erec­ción le hará aparentar un mayor tamaño cor­poral a los ojos de sus agresores.

Un estado de alerta y una sensación de fuerza, sustitu­yen cual­quier otra sensación, lo que indudablemente predis­pone a lan­zar un ataque. Al mismo tiempo se da una marcada disminu­ción de la percep­ción sensorial periférica, por lo que los contendientes pueden reci­bir heridas severas sin percatarse de ellas durante un cierto tiempo.
Y todo eso es así, tanto en vosotros, monos domésticos, como en los chimpancés, bonobos y demás mamíferos.

En la base del cerebro se encuentra una pequeña zona en la que se origina el sentimiento de enfado.
De allí parten los im­pulsos ner­viosos responsables de la subida de la presión sanguínea y de los demás cambios fisiológicos anteriormente mencionados. Esta pequeña área se denomina hipotálamo.
Su función es la de coordinar las res­pu­estas emocionales. Al ser estimulado en el laboratorio por medio de corrien­tes eléctricas, provoca en el animal humano o en otro mamífero, todos los signos de agre­sividad.

Gibbs, Moyer y Sweet, han demostrado la existencia en el mono domestico de ataques espontáneos de ira de origen neurógeno, que van a­com­pañados por una actividad eléctrica característica en ciertas re­giones cere­brales.
Estos ataques se pueden reproducir mediante la es­timulación eléctrica de dichas zonas.
La agresividad así inducida se mani­fies­ta en ataques espontán­eos a per­so­nas, obje­tos, etc., y se acompaña de expre­siones ges­tuales de furia, y de sen­sa­ciones de enojo.
Los cen­tros de la ira radi­can especial­mente en el ló­bulo tem­poral, y su ac­tivación desen­cadena la ira de los pacien­tes humanos y en otros animales.
Se puede tranquilizar a los in­di­viduos violen­tos, estimu­lando el lóbulo frontal ven­tromedial y la zona cen­tral del lóbulo temporal.
En algunos pacientes se han implantado electrodos dota­dos de un dispositivo de autoestimulación, de manera que siempre que les sobre­venga la ira, puedan reprimirla mediante la autoestimula­ción.
Este método es preferible al quirúr­gico, consistente en ex­tir­par las zonas cere­brales de la ira, ello, aunque supone una mejora, acarrea efectos secundarios desfavora­bles al quedar afectados otros centros nerviosos.

En circunstancias normales, el hipotálamo se encuentra bajo la in­fluencia inhibitoria del córtex cerebral, que es la parte del cerebro que se desarrolló en último lugar a lo largo de la evolu­ción.
Si el córtex cerebral recibe los impulsos nerv­iosos provo­cados por una ame­naza externa, libera al hipotálamo de su con­trol de inhibición, pro­vocándose algunas secuencias fisiológicas que pre­pararán al cuerpo para la defensa o el ataque.
Desapare­cida la amenaza exter­na, prevale­cerá aún durante un cierto tiempo la sen­sación de en­fado y a­lerta, es­pecialmente si el individuo no ha podido descargar la a­gre­si­vi­dad almacenada.
La emoción agre­siva activa, se acom­paña de la produc­ción de noradrenalina, mientras que la ansiedad pa­siva se en­cuentra aso­ciada a la producción de adre­nalina.
Ello se descubrió al comparar el estado físico-químico de los jugadores de hockey sobre hielo (que están en constante acción), con el del porte­ro de dicho deporte (mucho me­nos activo).

Y una vez más debo haceros la consideración de que todos estos procesos fisiológicos no son de vuestra única exclusividad, sino que los compartís por imperativo biológico, con los demás mamíferos.
Hasta la próxima semana... con el deseo de que vuestro hipotálamo sepa comportarse ¡

1 comentario:

RINGO MAKUMBA dijo...

Mi colega y amiga Nelly me solicita incluya este post, que lleva su firma, como comentario a mi entrada...

Vaig basar el meu treball de recerca de batxillerat " reflexió sobre la violència com a forma de resistència" a trobar l'origen de l'agressivitat i com aquesta es podia canalitzar i donar diferents manifestacions: agressivitat mateixa, violència, agredivitat..
Des de filòsofs com Hobbes, Sorel, Proudhon,psicoanalistes, pedagogs com piaget, Gabbes, passant per Marx, Nietzsche.. tot té un punt de confluència més o menys definit i exposat: l`'agressivitat és una resposta a la frustració.
No t'hauria d'estranyar, doncs, que l'humà sigui l'ésser viu més agressiu i capaç de cometre catastrofes, massacres i tortures a l'ordre del dia.
Mitjans de comunicació manipulats, religió manipulada i amb ella la concepció del bé, del mal, del càstic i la culpa..i un llarg etc que condicionen terriblement la nostra espècie.
Ideals polítics, tendència sexual que no sigui la convencional, qualsevol pensament o manifestació de quelcom allunyat dels paràmetres del poder de la ignorància són perseguits, torturats, amagats, tergiversats, castigats, oprimits..
Imagina doncs, quin és el nivell de frustració mitjà de l'ésser humà.
No justifica, però, aquells actes de violència derivats de la frustració causada per la retroalimentació de l'ignorància i la corrupció mental de certs individus que torturen animals, pobles, persones i cultures.
Amic bonovo, tu pots gaudir de mil paràmetres de llibertat que l'individu humà no podria ni tan sols gosar somniar. No estem fets per ser lliures, no en sabriem pas.
Algú va dir algun dia que " totes les persones somien amb la llibertat, però estan enamorades de les seves cadenes" Es podria trobar una idea similar, per exemple, a " La insoportable levedad del ser" del filòsof alemany Milan Kundera.
Somriu, doncs, amic bonovo, veient que l'opressió que pateix el primat humà el fa ser agressiu per naturalesa i és tan brètol que ell mateix la condemna.

La agresividad per defición oprime, la violencia dirigida contra ella, libera. ( George Sorel)
Una abraçada animal per un bitxo pelut ;)