Vuestra especie es sumamente agresiva.
Durante los próximos meses publicaremos una serie de entradas para analizar vuestro comportamiento agresivo y para demostrar que sois la especie más cruel, violenta, irracional, irresponsable, destructora y criminal que existe sobre la capa de la Tierra.
Al calibrar la agresividad, debemos en primer lugar especificar qué tipo de actos consideramos agresivos.
No es lo mismo calificar las amenazas como actos agresivos, que considerar como tales, únicamente, los contactos físicos. Si definimos a las amenazas como comportamiento agresivo, llegareis a la conclusión de que los chimpancés son aun más agresivos de lo que os pensáis, por la cantidad de exhibiciones de amenaza que prodigan, y aún así, probablemente estaréis equivocados, puesto que las exhibiciones del chimpancé no siempre pueden ser juzgadas bajo parámetros humanos.
Por otra parte, aún queda algún que otro autor que opina que el primate humano no es especialmente agresivo (sin duda llevado por su soberbia de especie y su especismo).
Para llegar a esta conclusión, estos individuos han tenido en cuenta solamente el porcentaje de muertes violentas que se da en una determinada población, pero lamentablemente se "olvidan" de integrar en sus estadísticas de agresividad, el porcentaje de humanos que maltratan bienes públicos (como estatuas, papeleras o cabinas telefónicas), a los que maltratan a los demás animales, a los que agreden a sus mujeres o a sus hijos; a los que practican, o disfrutan viendo practicar deportes violentos; a los "hooligans" del fútbol; a los que abusan de sus inferiores, a los que torturan por ideas políticas o por disidencias religiosas, o a los que atracan y roban. Todas ellas son muestras, demasiado frecuentes de violencia física, que ponen en evidencia la gran cantidad de agresividad que atesora el primate humano.
Que el hombre es una especie muy agresiva parece fuera de toda duda. Con la excepción de algunos roedores, ningún otro vertebrado destruye habitualmente a miembros de su propia especie, ni ningún otro animal disfruta ejercitando la crueldad sobre otros seres vivos. No existe nada comparable en el resto del reino animal, en especial por lo que respecta a asesinatos, guerras o torturas.
La agresión es una palabra que todo el mundo conoce pero que es difícil de definir. En todo caso cubre un amplio espectro de comportamiento humano que va desde el llanto del bebé, al asesino sádico, pasando por el torturador, por el que destroza cabinas de teléfonos o por el futbolista violento.
No existe una línea divisoria clara que separe las formas de agresión que todos deploramos y las que son recomendables para la supervivencia.
El deseo de poder, en su forma más extrema, tiene los efectos desastrosos que todos conocemos; pero el impulso de conquistar las dificultades para dominar el mundo exterior es necesario para la supervivencia del individuo. Cuando un niño o un joven se revela contra la autoridad paterna, está manifestando el deseo de independencia y la necesidad de reafirmar su personalidad.
La agresión sería (según la mayoría de autores) la respuesta que sigue a la frustración. La violencia pura y simple, es la manifestación libre de la agresión. No toda agresión es violencia, pero toda violencia es agresión.
En las discusiones sobre la agresión humana, psicólogos, sociólogos y antropólogos se muestran, por lo general, en desacuerdo con los trabajos de los etólogos.
Aluden frecuentemente a extrapolaciones abusivas o ilícitas del “animal” al hombre, con lo que muestran una falta de familiaridad con la metodología y la teoría de la biología comparada.
La cuestión de por qué un ser vivo se comporta de una manera determinada no supone únicamente indagar en los mecanismos fisiológicos y en los estímulos desencadenantes, sino también en el valor de la selección y, en consecuencia, en la evolución filogenética e histórica. El estudio comparado de rituales en distintas culturas demuestra que pese a la enorme variabilidad del fenotipo externo, en el fondo hay una disposición estructural básicamente idéntica. Quede claro pues, que la etología no se limita a estudiar únicamente el comportamiento innato del animal humano, sino que además también investiga el comportamiento cultural de este primate.
Para entender vuestra agresividad desde el punto de vista biológico es necesario hacer unas cuantas consideraciones fisiológicas:
Dos conjuntos funcionalmente distintos de fibras nerviosas parten de los centros autónomos del sistema nervioso de los vertebrados. Las fibras que parten del encéfalo y de la parte posterior de la médula espinal, representan la salida parasimpática del sistema autónomo; y las fibras que parten de la posición media de la médula espinal constituyen la salida simpática.
Cuando un mamífero se encuentra en estado agresivo, se producen una serie de cambios fisiológicos en su cuerpo. El sistema nervioso es el encargado de controlar la situación. Para ello deben actuar de manera coordinada sus dos sub-sistemas: el sistema parasimpático y el simpático.
El primero, mantiene y administra las reservas corporales, mientras que el segundo dispone al cuerpo para que pueda ejercer una enérgica actividad.
En circunstancias normales existe un perfecto equilibrio entre ambos sub-sistemas, pero cuando el cuerpo se halla bajo la influencia de un desencadenante de la agresividad, el equilibrio se rompe.
La influencia del sistema nervioso sobre las glándulas suprarrenales provoca la emisión de adrenalina dentro del sistema circulatorio.
La acción de esta hormona hace que el corazón bombee la sangre con más fuerza y rapidez, produciéndose una transferencia de la misma, en una dirección de flujo que va de lugares donde no se necesita de manera perentoria (vísceras y piel), a lugares donde es más necesaria (cerebro y músculos).
Su acción reduce el tiempo de coagulación de la sangre, lo que evitará que se pierda sangre por causa de heridas menores.
La presión sanguínea aumenta de manera evidente, a la vez que se incrementa la producción de glóbulos rojos, a fin de que puedan transportar más oxígeno a los órganos clave y liberarles del dióxido de carbono.
Se inhiben todos los procesos de digestión, aunque tiende a incrementarse el flujo gástrico.
El glucógeno almacenado en el hígado, se transforma en glucosa más fácilmente utilizable, para poder incrementar la eficacia muscular.
Paralelamente, aumenta el ritmo respiratorio a la vez que la respiración se hace más profunda. La piel se perla de sudor, lo cual permitirá, al evaporarse, una refrigeración de la superficie corporal, con lo que contribuirá, también, a la erección del pelo en algunas zonas.
Dicha erección le hará aparentar un mayor tamaño corporal a los ojos de sus agresores.
Un estado de alerta y una sensación de fuerza, sustituyen cualquier otra sensación, lo que indudablemente predispone a lanzar un ataque. Al mismo tiempo se da una marcada disminución de la percepción sensorial periférica, por lo que los contendientes pueden recibir heridas severas sin percatarse de ellas durante un cierto tiempo.
Y todo eso es así, tanto en vosotros, monos domésticos, como en los chimpancés, bonobos y demás mamíferos.
En la base del cerebro se encuentra una pequeña zona en la que se origina el sentimiento de enfado.
De allí parten los impulsos nerviosos responsables de la subida de la presión sanguínea y de los demás cambios fisiológicos anteriormente mencionados. Esta pequeña área se denomina hipotálamo.
Su función es la de coordinar las respuestas emocionales. Al ser estimulado en el laboratorio por medio de corrientes eléctricas, provoca en el animal humano o en otro mamífero, todos los signos de agresividad.
Gibbs, Moyer y Sweet, han demostrado la existencia en el mono domestico de ataques espontáneos de ira de origen neurógeno, que van acompañados por una actividad eléctrica característica en ciertas regiones cerebrales.
Estos ataques se pueden reproducir mediante la estimulación eléctrica de dichas zonas.
La agresividad así inducida se manifiesta en ataques espontáneos a personas, objetos, etc., y se acompaña de expresiones gestuales de furia, y de sensaciones de enojo.
Los centros de la ira radican especialmente en el lóbulo temporal, y su activación desencadena la ira de los pacientes humanos y en otros animales.
Se puede tranquilizar a los individuos violentos, estimulando el lóbulo frontal ventromedial y la zona central del lóbulo temporal.
En algunos pacientes se han implantado electrodos dotados de un dispositivo de autoestimulación, de manera que siempre que les sobrevenga la ira, puedan reprimirla mediante la autoestimulación.
Este método es preferible al quirúrgico, consistente en extirpar las zonas cerebrales de la ira, ello, aunque supone una mejora, acarrea efectos secundarios desfavorables al quedar afectados otros centros nerviosos.
En circunstancias normales, el hipotálamo se encuentra bajo la influencia inhibitoria del córtex cerebral, que es la parte del cerebro que se desarrolló en último lugar a lo largo de la evolución.
Si el córtex cerebral recibe los impulsos nerviosos provocados por una amenaza externa, libera al hipotálamo de su control de inhibición, provocándose algunas secuencias fisiológicas que prepararán al cuerpo para la defensa o el ataque.
Desaparecida la amenaza externa, prevalecerá aún durante un cierto tiempo la sensación de enfado y alerta, especialmente si el individuo no ha podido descargar la agresividad almacenada.
La emoción agresiva activa, se acompaña de la producción de noradrenalina, mientras que la ansiedad pasiva se encuentra asociada a la producción de adrenalina.
Ello se descubrió al comparar el estado físico-químico de los jugadores de hockey sobre hielo (que están en constante acción), con el del portero de dicho deporte (mucho menos activo).
Y una vez más debo haceros la consideración de que todos estos procesos fisiológicos no son de vuestra única exclusividad, sino que los compartís por imperativo biológico, con los demás mamíferos.
Hasta la próxima semana... con el deseo de que vuestro hipotálamo sepa comportarse ¡
1 comentario:
Mi colega y amiga Nelly me solicita incluya este post, que lleva su firma, como comentario a mi entrada...
Vaig basar el meu treball de recerca de batxillerat " reflexió sobre la violència com a forma de resistència" a trobar l'origen de l'agressivitat i com aquesta es podia canalitzar i donar diferents manifestacions: agressivitat mateixa, violència, agredivitat..
Des de filòsofs com Hobbes, Sorel, Proudhon,psicoanalistes, pedagogs com piaget, Gabbes, passant per Marx, Nietzsche.. tot té un punt de confluència més o menys definit i exposat: l`'agressivitat és una resposta a la frustració.
No t'hauria d'estranyar, doncs, que l'humà sigui l'ésser viu més agressiu i capaç de cometre catastrofes, massacres i tortures a l'ordre del dia.
Mitjans de comunicació manipulats, religió manipulada i amb ella la concepció del bé, del mal, del càstic i la culpa..i un llarg etc que condicionen terriblement la nostra espècie.
Ideals polítics, tendència sexual que no sigui la convencional, qualsevol pensament o manifestació de quelcom allunyat dels paràmetres del poder de la ignorància són perseguits, torturats, amagats, tergiversats, castigats, oprimits..
Imagina doncs, quin és el nivell de frustració mitjà de l'ésser humà.
No justifica, però, aquells actes de violència derivats de la frustració causada per la retroalimentació de l'ignorància i la corrupció mental de certs individus que torturen animals, pobles, persones i cultures.
Amic bonovo, tu pots gaudir de mil paràmetres de llibertat que l'individu humà no podria ni tan sols gosar somniar. No estem fets per ser lliures, no en sabriem pas.
Algú va dir algun dia que " totes les persones somien amb la llibertat, però estan enamorades de les seves cadenes" Es podria trobar una idea similar, per exemple, a " La insoportable levedad del ser" del filòsof alemany Milan Kundera.
Somriu, doncs, amic bonovo, veient que l'opressió que pateix el primat humà el fa ser agressiu per naturalesa i és tan brètol que ell mateix la condemna.
La agresividad per defición oprime, la violencia dirigida contra ella, libera. ( George Sorel)
Una abraçada animal per un bitxo pelut ;)
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