Muchos de los cuentos infantiles clásicos con los que los padres y abuelos entretienen a vuestras crías son extraordinariamente violentos.
El personaje representado por la típica bruja que se come a los niños, se da en casi todos los rincones del mundo y en las más variadas narraciones infantiles. En otros casos, dicho personaje siniestro es sustituido por ogros, monstruos o madrastras, todos ellos se representan en los grabados y películas con aspecto diabólico.
Las investigaciones efectuadas sobre la influencia de los programas infantiles de televisión en los niños revelan que, lo que más les aterroriza es descubrir que el padre o la madre, merecedores de la máxima confianza, son en realidad los "malos" de la narración. Mientras los "buenos" y "malos" se encuentren separados, los niños parecen tolerar (hasta cierto punto) la violencia y muerte que, en principio, creeríamos preocupante para ellos. Pero el descubrir que el personaje que parece más digno de su confianza es en realidad el más maligno, les lleva a una sensación de inseguridad, que poco a poco se transforma en verdadero terror.
Al lector le bastará repasar en su memoria los cuentos infantiles de su tierna infancia para descubrir cuantas veces se presenta esta situación.
En “Piel de asno”, un rey enviuda y quiere casarse con su propia hija, la misma que huye horrorizada del palacio.
En “Blancanieves” la madrastra ordena a un cazador que mate a la muchacha. Más tarde la propia madrastra intenta matarla con una manzana envenenada.
En “Caperucita Roja”, es un lobo el que devora a una anciana y a su nieta, después de hacerse pasar por su abuelita.
En “Hansel y Gretel”, unos pequeños son abandonados en el bosque porque en casa no hay comida para todos. Después de perderse van a parar a casa de una bruja la cual encierra a Hansel en una jaula para cebarlo y luego comerselo, mientras Gretel tiene que hacer los trabajos más pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para comer. Un buen día la bruja le hace preparar el horno para arrojarla dentro, cocinarla y comérsela. En un descuido la niña empuja a la bruja dentro del horno y cierra la puerta. Después de matarla le roban sus joyas y huyen.
A “Pulgarcito” se lo comió una vaca, la cual fue sacrificada al oírse los gritos que el pobre emitía desde su estómago. Dicho órgano fue lanzado a un estercolero con Pulgarcito dentro. El estómago fue devorado por un lobo que más tarde fue abierto en canal para sacarle al protagonista de su interior.
En “Barba azul” se describe el piso de una sala cubierto de sangre coagulada perteneciente a varias de sus esposas degolladas una tras otra después de ser atadas a las paredes del castillo
En “Grisalida”, un hombre somete a su mujer a todo tipo de suplicios morales -le quita a su hija- para poner a prueba su paciencia y sumisión.
En “Alí Baba” se habla de terribles descuartizamientos.
Y en la versión original de la “La Bella Durmiente”, el cuento no termina en boda, sino en la horrible muerte de la madre del príncipe, que cae a un cubil lleno de serpientes y sapos venenosos, muerte que, en realidad, estaba destinada a la esposa de su hijo. La lista de atrocidades en la inmensa mayoría de los cuentos dirigidos a vuestros hijos se hace interminable….
La mayoría de los juegos infantiles presentan un cierto contenido de agresividad.
El jugar a indios y "Cowboys" o a policías y ladrones, permite identificarse con cualquiera de los dos bandos, defendiendo sus ideales a ultranza.
Es frecuente ver como la agresividad de los contendientes va creciendo hasta el punto de terminar el juego de manera violenta en medio de lloros y, algunas veces, incluso con daño físico.
En estos juegos se persigue la superioridad física o psíquica sobre el contrario, ideal que más adelante, cuando el niño llegue a adulto, intentará ver realizado en su contexto social.
No es mera coincidencia el hecho de que tantos y tantos cuentos infantiles estén basados en el argumento del muchacho (a menudo el más joven de una familia con pocos recursos) que emprende un viaje en busca de fortuna, ante las mofas de los amigos y familiares, que dudan de su capacidad. Durante el viaje, le asedian diversas aventuras y peligros, que irá resolviendo con la ayuda de su inteligencia, de fuerzas sobrenaturales, o con la asistencia de los animales del bosque. Quizás se vea obligado a matar una determinada cantidad de monstruos en el proceso, para luego poder liberar a una bella dama (invariablemente prisionera de un ser perverso) que resultará ser una rica heredera, con la que nuestro héroe contraerá feliz matrimonio, poco tiempo después. En infinidad de cuentos, una y otra vez, se repite la misma historia con intercambio de protagonistas.
Los primates humanos, como hemos visto, domesticáis (vosotros utilizáis el eufemismo “educar”) a vuestras crías en medio de cuentos en los que prolifera el terror, la inseguridad y la violencia, y por si todo ello fuera poco, complementáis tal parafernalia con abundantes colecciones de dibujos animados en los que las agresiones entre protagonistas se suceden casi en cada secuencia.
Por mucho que os esforcéis os costará mucho encontrar alguna de estas películas en las que un acto violento tarde más de un minuto en aparecer. Haced la prueba... Ah ¡ ..y no os limitéis a visionar los dibujos de Walt Disney o Fred Quimby (Tom y Jerry)… estudiad también los: Pokémons, Digimon, Sailor Moon, Gokú, Dragon Ball Z, Ranma y Medio, Correcaminos, Piolín y Silvestre, Mazinger Z, He-Man, los Caballeros del Zodiaco, La Hormiga atómica, Supernenas, Lilo y Stitch, Shin Chan, Bugs Bunny, etc. etc.
Las acciones violentas se suceden en la pantalla bajo diferentes formas: Apuntar, encañonar, disparar (mediante poderes, cualquier arma, cualquier cosa), lanzar objetos, agredir con objetos (a alguien o a algo, atropellar, envenenar), agredir sin objetos (empujar, embestir, zancadillear, abofetear, …), inmovilizar, encerrar (en cualquier recinto o con cualquier cosa), agresiones sobre o contra objetos, o propiedades (robo, rotura de objetos, …), persecuciones, accidentes violentos (rocas que caen, caer por precipicio).
A todo ello se debe añadir el uso de lenguaje violento y fuertes exclamaciones: Insultos, palabras malsonantes, amenazas, intimidaciones (verbales o gestuales), gritos, llanto, peticiones de ayuda, etc.
Poco a poco vais alimentando las mentes de vuestras crías con las escenas de violencia y agresión plasmadas en la literatura infantil y en los dibujos animados. Estáis entrenando y preparando a vuestros cachorros para que en un futuro cercano se transformen en los agresivos y destructores primates humanos que ya sois vosotros. Y es que estáis completamente convencidos que sin esa agresividad, vuestros retoños no podrían sobrevivir en esta sociedad humana que les habéis fabricado con el paso del
tiempo y en la que, por desgracia les tocará vivir.
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