Los procesos de aprendizaje ejercen una enorme influencia en la evolución de la conducta agresiva de los animales.
Un ejemplo clásico es el adiestramiento de ratones mediante el triunfo en las peleas. Aunque estos no obtengan más que la victoria y la expulsión del congénere, bastará para convertirlos en animales agresivos.
También a la inversa, con ayuda de la derrota y otros castigos, se podrán obtener ratones pacíficos. Si esto funciona en los mamíferos que vosotros llamáis "inferiores", hemos de esperar algo parecido en el primate humano.
En la formación del comportamiento agresivo tiene una gran importancia, en primer lugar, el aprendizaje del éxito; le sigue el del modelo social y por último la educación dirigida sobre el premio y castigo.
El aprendizaje ejerce una gran influencia en la evolución de la agresividad en los animales. Si a los ratones los adiestramos para obtener el triunfo en las peleas, se les convierte en animales agresivos, mientras que de los derrotados obtendremos animales pacíficos. Scott ha obtenido ratones que son capaces de mostrarse agresivos hacia cualquier oponente (por muy fuerte que este sea). Para ello trucó una serie gradual de peleas a fin de que en cualquier caso obtuviesen la victoria. Demostró que el ratón que ha luchado y vencido en un pasado, tendrá más seguridad en sus fuerzas, y con ello más posibilidades de victoria en sus luchas futuras. También demostró que sus animales aprendían a luchar luchando, a no luchar no luchando y a vencer venciendo.
En el desarrollo normal del niño el aprendizaje de imitación tiene una extraordinaria trascendencia. Los niños se identifican con el progenitor de su mismo sexo sin necesidad de presiones educativas, lo imitan por decisión propia, posiblemente en virtud de una disposición innata para el aprendizaje. Además, los adultos de vuestra especie ejercen también una tarea educacional moldeando directamente la actitud fundamental de los niños.
En los pueblos belicosos (como los europeos), se enseña a los niños a ser intolerantes y a responder a las agresiones con agresión. Lo mismo sucede en muchos otros pueblos esparcidos por los lugares más recónditos del mundo.
Eibesfeldt filmó a un niño Himba, del África Sudoccidental, al que otro niño había pegado. El agredido corrió llorando hacia su cabaña. Su abuela le entregó un palo y le ordenó apalear a su agresor. El niño no se atrevió a hacerlo y lloró con más fuerza; su abuela le propinó una bofetada y lo sacó de la choza.
Entre los belicosos indios Waika, Eibesfeldt, recogió muchos documentos de este tipo.
A una niña a la que su hermano había golpeado, su madre le entregó un palo para que a su vez le pegara. Como éste era mayor y más fuerte que ella, la madre lo sujetó. Acto seguido demostró a la pequeña como podía morder a su hermano, y le exhortó a hacer lo mismo.
En muchas culturas las madres humanas no sólo incitan a los pequeños a tomar venganza, sino también a la agresividad, burlándose de ellos y excitándolos hasta enfurecerlos.
Chagnon, refiere como, con motivo de una fiesta los muchachos Waika (yanomami) de 8-15 años de edad, fueron obligados a dar vueltas alrededor del pueblo, luchando entre ellos. Los que por miedo a las heridas se negaron a hacerlo y escaparon, fueron traídos a rastras por sus padres y obligados a pegarse, "...A los primeros golpes se pusieron a llorar, poco después el miedo dio paso a la furia y al final se apalearon con verdadero entusiasmo, chillándose y revolcándose en el suelo mientras sus padres los enardecían con gritos de ánimo...".
Los niños Waika se identifican en sus juegos con el rol del adulto. Disparan flechas sin punta, imitan los bailes de los mayores y se golpean en la cabeza con palos de madera blanda en un intercambio de golpes que responde a las reglas que siguen los adultos en sus torneos.
Sois una especie agresiva y por ello son agresivos también vuestros dioses y vuestras religiones. La palabra “venganza” es una de las más utilizadas de vuestro léxico. Pedís más agresividad a vuestros deportistas y a nivel de negocios triunfan los ejecutivos agresivos.
En horario infantil vetáis las escenas de sexo y en cambio no hacéis lo mismo con las escenas en las que impera la violencia.
Sois tan imbéciles que mientras censuráis la visión de un matrimonio haciendo el amor (incluso más allá del horario infantil) permitís sin pestañear que se pueda ver como la esposa envenena a su marido o como el marido mata de un disparo a la esposa. Prohibís el acto máximo de amor y exhibís el acto máximo de violencia, como norma.
Tanto si sois monos domésticos como monos a medio domesticar (culturas Himba, Waika, etc.) vuestros ritos culturales y sociales destilan agresividad y violencia. Agredís a la naturaleza y os agredís a vosotros mismos… Os pasáis la vida de guerra en guerra. Así escribís vuestra historia y así os va en la vida.
Afortunadamente los bonobos tenemos filosofías muy diferentes a las vuestras.
Vuestro mundo es un mundo de odio… en el nuestro sólo impera la camaradería y el amor.
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