lunes, 16 de junio de 2008

LA COMUNICACIÓN ENTRE EL CHIMPANCÉ Y EL HOMBRE

Hace poco más de un siglo, uno de vuestros congéneres, soltó la siguiente “perla”:
"La gran barrera entre el animal y el hombre es el lengua­je...y jamás será cruzada por ningún animal" (Miller 1871). Un ejemplo más de especismo y de soberbia humana.
Cien años más tarde, el “clarividente” mono humano, caía en el más espantoso de los ridículos, ya que tres chimpancés: Washoe, Sarah y Lana, ridiculizaban esta fra­se.
Washoe hacia co­menta­rios con ges­tos de su mano, Sarah escribía en una pizarra mag­nética con símbolos de plástico y Lana escribía a máquina.

Os creíais los únicos en poseer un lenguaje, y ahora os encon­trá­is con que los chimpancés pueden utilizar el lenguaje de otra es­pecie (la vuestra). Utilizan el Ameslan de los humanos, para comunicarse con el pro­pio hom­bre, que aún no ha sido capaz de comprender el "lenguaje" del chimpancé. …Y luego alardeáis de vuestra supuesta inteligencia ¡¡.

El lenguaje es un sistema de comunica­ción que sirve para describir el mundo exterior. Debe tener símbolos que puedan ser utilizados como nombres para referirse a cosas y acontecimientos, en el lenguaje humano estos símbolos son sustantivos, verbos y adjetivos.

El lenguaje humano posee una serie de reglas que per­miten infinitas combinaciones, y que al hacerlo ba­rroco y variado según las geografías, lo hacen incomprensible a los propios hombres. Paradójicamente, la "perfección" del lenguaje huma­no os ha llevado a la "imperfección" de la no comprensión.
En efec­to, el pri­mate humano, por culpa de la complejidad de sus lenguajes, se erige en el único animal que no puede comunicarse con la inmensa mayoría de los individuos de su propia es­pecie.
El chino, ruso, jap­onés, árabe, vasco, catalán, alemán, inglés, francés, sueco, holandé­s,...etc., son incomprensibles para la gran mayoría de los españoles­...y algunos de estos idiomas se hablan dentro de la propia península ibérica.

El lenguaje humano no es la única forma de lenguaje que se pue­da concebir. Von Frisch, en 1950, fue el primero en asegurar (y demostrar) que las abejas que vol­vían a la colmena después de visitar una fuente de néctar, podían comu­nicar a sus compañeras la dirección, calidad y distancia de la fuente de alimen­to.

Distintas especies producen diferentes llamadas de alarma de a­cuer­do con el depredador o peligro que se cierna sobre ellos.

El mono Cercopithecus aethiops da diferentes llamadas de alarma depen­diendo del tipo de depredador divisado.



Según Marler (1977), emiten una llamada determi­nada para la serpiente pitón (Python sabae), otra para el águila mar­cial (Polemaetus bellicosus), y aún otra para el leopardo (Panthe­ra pardus).
Los experimentos demuestran que cuando escu­chan una de las llamadas, los monos saben que acción deben tomar como más apropiada según la circunstancia (Seyfarth 1980).
Si se reproducen cassettes de cada una de las lla­madas, los adultos situados en el sue­lo res­ponden a la llamada de aviso para serpientes mirando al suelo, a la del águila mi­rando hacia arriba, y a la del leopardo corriendo hacia los árboles.

Menzel (1979) preparó tests para seis chimpancés que es­taban en cautividad. Habitualmente se iba de paseo con un chim­pancé y en cualquier lugar del campo escondía comida, luego per­mitía a ese mismo chimpancé salir de expedición con sus otros compañeros. En cada ocasión el grupo se dirigía en la dirección del alimento y lo encon­traba muy rápidamente, incluso cuando el in­dividuo que había visto el lugar del escondite no conducía necesaria­mente la expedición.
Si a un chimpancé se le enseñaba un montón de comida, y a otro, otro mon­tón, el grupo de chimpancés escogía el camino que llevaba al lugar donde se encontraba el mejor montón, ya fuese mejor por cantidad o por ca­lidad, y en cualquier caso preferían la fruta a la verdura.

Si se les escondían objetos que les producían miedo (como ser­pien­tes), el grupo se aproximaba cautelosamente y con evidentes seña­les de temor.

Todo ello nos permite afirmar que un chimpancé puede dedu­cir he­chos del mundo exterior a partir del comportamiento de un com­pañero informado. También es revelador saber que si una per­sona señala la dirección en la que ha sido escondida la co­mida, el chim­pancé pue­de utilizar esta indicación para encontrarla (Menzel, 1979).
En cau­tivi­dad también se observa que los chimpancés pueden llamar la atención sobre objetos señalándolos (Terrace, 1979; Woodruff y Premack, 1979).

La imposibilidad de los primates para aprender a ha­blar se con­si­deró durante mucho tiempo como una prueba convincente de que care­cían de la capacidad de utilizar un lenguaje. El an­tropo­centris­mo del hombre les llevó a no medir a los chimpancés con los mismos paráme­tros con los que mide a los humanos que son mudos, y que por esta razón utilizan también el lenguaje de los signos.

Dentro de los signos existen diferentes lenguajes; además e­xiste también la posibilidad de comunicarse mediante la escritura.

A principios de los años 30, Winthrop y Luella Kellog, criaron un chimpancé hembra (a la que llamaron Gua), con su joven hijo. Pasados 16 meses, Gua comprendía ya unas 100 pala­bras.

Allen y Beatrice Gardner enseñaron a otro chimpancé, Washoe, a comunicarse con ellos utilizando sus manos y dedos para expresarse en "Ameslan". El "Ameslan" constituye un lenguaje, y es un sistema de comu­nica­ción uti­lizado por una comunidad de seres humanos (los sor­dos de Amé­rica del Norte) para toda clase de comunicación cara a cara.



Washoe tenía 11 meses cuando empezó su entrenamiento, y en 51 meses dominaba un vocabulario de 132 signos.

Pero Washoe dio un paso más: espontáneamente aprendió a combi­nar señales en cadenas de dos a cinco palabras. Las primeras combinaciones fueron "giveme sweet" (dame un dulce) y "come open" (ven y abre), efectuadas a los diez meses del inicio del aprendizaje del len­guaje (Gardner y Gardner, 197­1); otras combinaciones fueron "black comb" (peine negro), "baby mine­" (mi bebé), "Roger tick­le me" (Roger hazme cosquillas) y "more fruit" (más fruta). Washoe utilizó el sistema gestual para comunicar sus dese­os y ne­cesidades en su vida diaria, y se la veía señalándose a si misma cuando jugaba sola.

Desde el momento en que Washoe poseyó un lenguaje de sig­nos, lo utilizó con todo el mundo. Lo utilizaba con los pe­rros y gatos, ac­tuando exacta­mente igual que lo hacen los ni­ños. Fue nece­sario que aprendiese (como los niños) que algu­nas cria­turas no cono­cían su len­guaje. Cuando se la colocó con los otros chim­pan­cés, se co­municó directamente con ellos por medio de sig­nos. Los que de ellos cono­cían algo del lenguaje de los signos le respon­dieron por el mismo método.
Quiere ello decir, que los chimpancés en ese momento se estaban comunicando en un lenguaje que no era el suyo, ya que se expresaban en lenguaje humano.

Otros dos chimpancés, Moja y Pili, fueron entrenados por los Gardner desde que nacieron; ambos hicieron un progreso aún más rápido que el que hizo Wash­oe en su primer año de entrenamiento (Gardner y Gardner, 1978).

Patterson trabajó con un gorila, Koko, el cual dominó 112 se­ñales después de 36 meses de entre­namiento, mientras Wash­oe sólo logró aprender 85 se­ña­les en el mismo tiempo.



El estudio más sistemático hecho sobre el lenguaje de seña­les de los prim­ates fue llevado a cabo por Terrace en 1979, quien super­visó a un chimpancé llamado Nim durante cuatro años. Con su equipo mantuvo un control estricto de todas las señales efectuadas por el animal y muchas de las sesiones fueron grabadas en vídeo.

A pesar de que las condiciones de entreno de Nim fueron muy malas, (puesto que tuvo más de 60 maestros diferentes, la mayoría de los cua­les no te­nían expe­rien­cia), Nim adquir­ió un voca­bula­rio de 125 seña­les en los primeros 44 meses, y podía compren­der 200 señales más, e­fectuadas por los humanos.

Los primates pueden aplicar el símbo­lo a cualquier repre­senta­ción o manifestación propia del objeto. Así, Nim hacía el gesto para pe­rro al ver a un pe­rro, al mirar al dibujo o foto de un perro en un libro, o inc­luso al oír el ladrido de un can (Terrace 1979).

A otro chimpancé, Ally, se le enseñaron gestos manuales que correspon­dían en "Ames­lan" a diez palabras en inglés hablado, que ella en­ten­día (Fouts 1976). Al enseñarle los objetos dio la señal co­rrecta para todos ellos. Ello demuestra la capacidad de re­presen­ta­ción men­tal de objetos al oírlos en inglés.

Como al animal se le da una recompensa cada vez que su respuesta es e­xac­ta, cabe hacerse la siguiente pregunta, ¿Utiliza el chimpancé el lenguaje por el placer de comuni­carse o simplemente para recibir la recompensa?.

Si observamos a vuestras crías, vemos que en muchas ocasiones se valen del lenguaje cuando no tienen auditorio; muchos niños se entregan a interminables mo­nól­ogos antes de con­ciliar el sueño. Cuando un niño balbucea palabras para sí mismo, se le llama a este hecho "utiliza­ción del len­guaje como instrumento de reflexión". Se dice que el niño ex­plora las es­tructuras del lenguaje. Sin embargo, al des­cribir el mismo fenó­meno en el chim­pan­cé, los psicolingüístas nos lo definen como "charla inútil". Sirva este detalle como un ejemplo más de la estupidez del animal humano capaz de valorarse positivamente únicamente a sí mismo, mientras quita importancia a cualquier muestra de inteligencia que provenga de otra especie distinta a la suya.

Desde 1966, en el laboratorio de la Universidad de California en San­ta Bárbara, se enseñó a otro chimpancé, Sarah, a leer y escribir con piezas de plástico de diversas formas y colores, de modo que cada pieza representase una palabra. La organización jerár­quica de las frases se expresaba colocando las piezas de plástico magnetizadas en dis­posición vertical sobre una pizarra metálica.

Después de un corto período de aprendizaje construía las frases sin faltas. No sólo elegía la frase buena de un conjunto de ellas, sino que componía frases por sí misma, eligiendo y ordenando las pa­labras según la pregunta que se le hacía. Ello nos acerca a las es­tructuras sintácticas por las que se interesan los lingüistas de vuestra especie.

Para aplicar, por ejemplo, el verbo "dar", el chimpancé debe reco­nocer la diferencia entre individuos así como la que se da entre el que da y el que recibe. Si el chimpancé "escribe": "Pedro da a Juan una manzana", significa que distingue entre Juan y Pedro, y en­tre quien da y quien recibe. En resumen, el animal debe distinguir los objetos de los agentes, un agente de otro agente, un objeto de otro objeto, y debe distinguirse a si mismo de otro.

Se les enseño a utilizar el plu­ral. Así se enseñó al animal a es­cri­bir "manzana + plátano = fru­ta "(plural)". El animal comprendía que la partícula del plu­ral no se emplea en función del número de pala­bras que apare­cen en la frase sino en función del número de cosas a las que remiten las pala­bras.

En otros experimentos se le hacía describir una man­zana, enumerando sus propiedades y características, lo cual hacía sin du­dar. Ello demostraba que el chim­pancé es capaz de analizar un ob­jeto complejo según los rasgos que lo componen.

Los mismos análisis fueron hechos en ausencia de la manzana, uti­lizando en su lugar su símbolo correspondiente (un triángulo de plástico azul). Con ello se demostró el do­minio de la suplencia en el chimpancé, así como la posibilidad de referirse a un objeto que no está presente. El aprendizaje fue rápido, los errores esca­sos, y aún no se conoce el límite de las capaci­dades del chimpancé.

Rumbaugh, en 1977, utilizó una modificación radical del proce­di­mien­to con una chimpancé llamada Lana. Por primera vez se situaba a un chimpancé frente a un teclado, para que hiciese preguntas o con­testase a los científicos apretando las teclas. Sobre las teclas se encontraban los lexigramas (al igual que se encuentran letras en los teclados usados por el primate humano).

Lana trabajó con el teclado de una computadora y con su ayuda pe­día comida o bebida, así como también pedía que se le abriese una ventana, o suplicaba la compañía de su entrenador, etc. (Rumbaugh y Gill 1977).

Respondía con toda presteza a los lexigramas que aparecían en la pantalla tecleteando rápidamente la respuesta mientras miraba a la pantalla del monitor de la computadora. Llegó incluso a corregir los errores introducidos por su en­trena­dor, al descubrirlos en pantalla. Más tarde se entrenó a otros dos chim­pancés, Aus­tin y Sher­man, a utilizar el teclado del ordenador para pedirse cosas uno a otro (Savege-Rumbaugh 1978).

Todos los animales con los que se experimento aprendieron sin dificultades a ordenar frases largas como "Mary give Sarah grape" (María dale uva a Sara) (Premack 1976) y Lana po­día escribir en su te­clado "Please Roger tickle Lana" (Por favor Roger, haz cosquillas a Lana) (Rumbaugh 1977).
Los experimentos demostraron que a los chimpancés se les puede enseñar el orden co­rrecto de las palabras, aplicando vuestras reglas.

Para evitar suspicacias, debe decirse que todos los controles efectuados lo fueron bajo normas muy estrictas. Por ejemplo, Washoe tenía que mi­rar diapositivas y hacer la señal correspondiente a una persona que se hallaba a su lado. Una segunda per­sona estaba fuera de su vista pero podía observar las señales del ani­mal. Por otra parte ninguna per­sona podía ver que diapositiva se estaba pasando, y ambos experimentadores debían es­cribir el nombre que creían interpre­tar con la señal de Washoe. Lo mismo cabe decir del gorila Koko, de la chimpancé Sarah...etc. De mi querida Kanzi, os hablaré otro día.



No debe sorprenderos la facilidad que tiene el chimpancé para aprender vuestros gestos ya que en estado salvaje los chimpan­cés utilizan ges­tos para pe­dir co­mida (extienden la mano como vosotros cuando pedís limosna), o para con­solar a otro chimpancé (dándole peque­ños golpecitos como hacéis vosotros cuando pretendéis consolar a al­guien).
Para saludarse (se a­bra­zan, se besan, y se dan la mano, como hacéis los monos humanos en las mismas circunstancias).
Os sorprende que los bonobos que tenéis prisioneros en vuestros laboratorios de experimentación hayan sido vistos indicándose la posición en la que les gustaría copu­lar a base de hacer movimientos de mano no icónicos. (Rumbough, 1977). Y nosotros nos sorprendemos de que tal cosa os sorprenda.

Esta facilidad natural puede explicar el porque los niños mudos aprenden a usar el len­guaje gestual antes que los niños normales aprenden el lenguaje hablado (Gardner y Gardner 197­5).
¿Cómo pudieron los chimpancés y gorilas haber evolu­cionado la habilidad para aprender una forma de lenguaje en el labo­ratorio, cuan­do esta habilidad permanece oculta en estado salvaje?.

La respuesta es evidente. La evolución no da a un animal unas facultades mentales o físicas que no necesita, ya que no existe pre­sión de selec­ción si estas facultades no tienen ningún valor para facilitar la supervivencia.
Es precisamente al poner a estos animales bajo presión, cuando se manifiestan sus posibilidades ocultas.
En estado salvaje es normal que los animales no muestren habilidades que sobrepa­sen sus necesidades naturales. Está claro, pues, que si el chimpancé o el bonobo en estado salvaje no uti­lizan el lenguaje, no es por que carezca de las cualidades necesa­rias sino por­que las condiciones de moti­vación no se han impuesto sufi­ciente­mente como para impulsarle a utilizar el lenguaje en su hábitat, aunque sí en los experi­mentos de laboratorio o en el circo. En cauti­vidad lo hace, porque el hombre lo motiva y lo presiona, frecuentemente con torturas.

Kortlandt y Kooij, en 1963, llegaron a proponer la teoría de que los chimpan­cés se habían "deshumanizado", que las habilidades que una vez habí­an necesitado, cayeron posteriormente en desu­so. Ello pudie­ra haber sucedido de ha­ber vivido en un hábi­tat con una mayor demanda de capacidades que en los bosques en los que actualmente viven.
Sugirieron que los chimpancés vivieron por un tiempo en la sa­bana, y que fueron obligados a volverse al bosque (Kortlant y Van Zon 1969) por algunos elementos de la fauna.

Humphrey, (1976), argumenta que para ellos es más importan­te relacionar­se con sus compañeros antes que con su ambiente físico, y nadie de vosotros debería poner en duda la inteligencia y el acierto con que los chimpancés con­ducen sus pro­blemas sociales...especialmente si los comparamos con el primate humano.

La próxima semana vuelvo a mi querida África, pero desde allí os seguiré escribiendo de mono a mono, semana a semana. Volveré a instalarme entre vosotros para continuar mi estudio del mono domestico en Septiembre.
La próxima semana trataremos sobre la inteligencia del chimpancé.

3 comentarios:

Lily dijo...

HOLA RINGO,

ESPERO QUE ESTES EN TU ELEMENTO , EN TU CONGO QUERIDO... PAIS EN EL CUAL YO PERSONALMENTE NO ESTARÍA BIEN RECIBIDO POR PERTENECER A LA FAMILIA DE LOS COLONIZADORES QUE TANTO HICIERON SUFRIR A TODO LOS SERES VIVIENTES, DESDE HUMANOIDES HASTA LA FLORA Y FAUNA.

EL SAQUEO SISTEMATICO DE LAS RIQUEZAS , LA ANULACION DE LAS COSTUMBRES Y LA INTRODUCCION COMO NO, DE LAS RELIGIONES Y LA FALTA DE RESPETO A LA RAZA....LAS CRUELDADES APLICADAS A LOS QUE SE RESISTÍAN.

DEBES DE COINCIDIR CONMIGO, QUE LOS COLONIZADORES NO HICIERON DIFERENCIAS ENTRE HUMANOS Y ANIMALES.


ME ALEGRO MUCHO SABERTE A SALVO Y QUE ESTES DISFRUTANDO DE LO LINDO Y QUE PUEDES PRACTICAR CON PLENA LIBERTAD Y EN PLENA NATURALEZA DE VUESTRAS PRACTICAS SEXUALES, PUES UF, TANTO TIEMPO EN NUESTRO MUNDO DEPRIMIDO DEBE DE HABER SIDO UN SUPLICIO....

UN CARIÑOSO SALUDO

RINGO MAKUMBA dijo...

Mis ancestros bonobos me contaron las calamidades del Congo belga, y vuestras masacres en el nombre de la “CIVILIZACIÓN”, en realidad son las mismas masacres que con el mismo “motivo” aplicaron los españoles, o los portugueses o los británicos, o los italianos, etc. ¡¡ Los humanos sois así… no importa cual sea vuestra bandera ¡¡¡
Y es que no tenéis remedio.
Fíjate en ti misma… analiza lo que me acabas de escribir… transcribo: “…LOS COLONIZADORES NO HICIERON DIFERENCIAS ENTRE HUMANOS Y ANIMALES”. Lo ves, tú también pecas de especista.

Yo tampoco diferencio entre humanos y animales, YA QUE LOS HUMANOS TAMBIÉN SOIS ANIMALES. ¿Cuánto tiempo deberá pasar para que te convenzas de ello?


No creas que mi estancia entre vosotros haya sido un suplicio, ya que también ha sido una diversión permanente. Imagínatelo ¡¡¡ meses y meses rodeado de monos disfrazados con los más extravagantes ropajes, usando sujetadores y tacones, perforándose la piel y haciendo monerías sin fin.
Para mí, era como asistir a un inmenso circo del cual vosotros erais los animales protagonistas. Cuanto más os estudiaba, más me convencía de vuestra estupidez.
Y por supuesto, cuanto más me convencía de que erais monos domésticos … MÁS LIBRE ME SENTÍA YO ¡¡¡
Ya tengo ganas de que llegue septiembre para volver a vuestro circo, para partirme de risa con vosotros y vuestras calamidades. ¡¡¡ Y para seguir escribiendo sobre vuestras miserias y vergüenzas ¡¡¡

zombby77 dijo...

hola, me llamo anahi y soy de argentina.
te comento que estudio psicologia en la universidad y voy a especializarme en psicologia animal para poder enseñarle el lenguaje de señas a los primates, tengo el pensamiento de que el ser humano no es el unico animal con la capacidad de razonar y quiero en mi futuro desmitificar esta cuestion... creo que los chimpance, gorilas, etc. tienen la capacidad de razonar, a su manera diferente de la nuestra o no tan diferente... queria pedirte que me mandes mas de tus vivencias con ellos a mi mail any_1306@hotmail.com
un beso grande
anahi