Como animales que sois, lucháis para preservar vuestras vidas y las de vuestras crías, de cualquier peligro. Al igual que los otros animales, os sentís heridos y celosos cuando estáis en trance de perder a vuestras parejas a manos de vuestros rivales de sexo. Al estilo de los demás animales, competís con vuestros compañeros de especie para haceros con los recursos vitales. Y a semejanza de cualquier otro primate, mostráis vuestra frustración con agresividad, al seros arrebatado un objeto que os pertenece, ya sea durante vuestra niñez o en vuestra edad adulta.
En el bebé humano se evidencia desde la más temprana edad, el notable bagaje de agresividad innata que almacena su ser. Cuando se le niega una voluntad, estalla en violentos lloros a la vez que su cara se congestiona, cierra los puños con fuerza y lanza patadas con rabia, simultaneando ambos pies al estilo de pedaleo, llegando incluso a morder cuando es un poco más mayor, como tantos otros animales. Este comportamiento se observa incluso en los niños sordos y ciegos de nacimiento, dándose el caso de que los niños ciegos redirigen en muchos casos la agresión contra ellos mismos, mordiéndose su propia mano.
Eibesfeldt, cita diversas culturas en las que los niños llegan incluso a pegar a sus propias madres si éstas no les dan de mamar con suficiente rapidez o no les dan en el acto alguna golosina.
Los niños frecuentemente se pelean por la posesión de un juguete, y cuando son aún muy pequeños, se lo arrebatan, sin más, a su rival de disputa. Naturalmente, el expoliado protesta sonoramente y, si todavía ha logrado retener entre sus brazos su objeto deseado, lo más probable es que intente huir para salvar su posesión. Este tipo de comportamiento innato, que se da en todas las culturas del animal humano, se puede observar también en cualquier grupo de jóvenes primates.
A medida que los niños van haciéndose mayores, aprenden de los adultos a respetar la propiedad privada. Por ello, en lugar de arrebatarle el juguete al compañero, se lo piden. Si el propietario se niega a la cesión, puede producirse el robo, lo que puede provocar algún tipo de agresión.
Entre los chimpancés, cuando un individuo del grupo ha conservado durante algunos minutos una presa recién cazada, los restantes componentes del grupo le respetarán su posesión, la cual no necesitará ya defender. Sus compañeros se limitarán a pedirle algunas porciones de la presa, en lugar de robárselas.
Este tipo de inhibiciones sociales son de gran utilidad, pues evitan el conflicto constante para hacerse con las posesiones de los demás.
En vuestra niñez observáis el comportamiento de los adultos y, de la misma manera que copiáis algunos de sus hábitos, como el fumar, aprendéis también a escoger a las víctimas de vuestros ataques.
Poco a poco, gracias a la experiencia, los niños aprenden que las agresiones les proporcionan éxitos, lo que les lleva a instrumentalizar la agresión para conseguir el fin que se propongan. Sin embargo, no necesitarán aprender a actuar agresivamente para defender sus vidas o sus posesiones, puesto que ello les viene ya dado por naturaleza.
Tragaros vuestra soberbia y convenceros…. Animales sois y como tales os comportáis.
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