Lo más probable es que el antepasado común de los póngidos africanos y de los homínidos tuviera 48 cromosomas.
El primer paso que llevaría a la hominización pudo haber sido una fusión robertsoniana que en sólo dos generaciones habría podido llevar el tipo ancestral al tipo humano, pasando de 48 a 46 cromosomas.
La anomalía cromosómica de la que arrancaría el proceso de hominización debió afectar a un sólo individuo, que en una primera fase poseería un cariotipo de 47 cromosomas. Una vez cruzado con individuos "normales", de 48 cromosomas, procreó descendientes de los cuales un 50% eran portadores, al igual que él, de la translocación, y que por lo tanto tendrían 47 cromosomas.
El azar pudo hacer posible que dos de los individuos de 47 cromosomas se cruzaran entre sí para que se produjera una descendencia de individuos con 46 cromosomas, que a la vez eran portadores de la translocación en estado homocigótico.
¿Cual fue la posibilidad real para que se dieran los encuentros clave que harían posible el pase de 48 a 46 cromosomas en sólo dos generaciones?
Sabemos que los prehomínidos, como los monos antropomorfos, debieron haber vivido en grupos de 10 a 30 individuos, a la vez que cada uno de estos grupos se mantendría aislado de los otros. Por otra parte, cada uno de estos grupos se hallaría sexualmente dominado por un macho que en ejercicio de su estatus se encargaría de fecundar a las hembras de su horda. Bastó que esta translocación apareciese en este macho dominante para que se pudiese transmitir a la mitad de sus descendientes.
El aislamiento del grupo facilitaría que los portadores de la anomalía en el estado heterocigoto pudieran obtener una frecuencia elevada desde la primera generación.
Por otra parte en este tipo de comunidad no es infrecuente el incesto entre padre e hija o entre hermanos, con lo que el cruce entre heterocigótos translocados sería altamente probable.
A partir de la segunda generación aparecería un 25 % de individuos con los 46 cromosomas del tipo humano.
Al tener una ventaja selectiva sobre sus antecesores, estos individuos nuevos pudieron imponerse y multiplicarse (debe recordarse que los cariotipos de número impar son muy inestables, especialmente durante la meiosis).
Otro factor que pudo ser decisivo para el rápido desarrollo de este fenómeno debió ser, sin duda, la corta duración de la vida del homínido prehistórico, el cual no llegaba a superar los 40 años. En menos de 80 años (tiempo calculado para dos generaciones) se podría haber producido la reducción a 46 cromosomas. Ello pudo permitir la aparición del primer australopitécido.
En 1987, Brunetto Chiarelli denunció en una conferencia de prensa que el científico J.Moorjankowsky, del Laboratorio Experimental de Medicina y Cirugía de los Primates de Nueva York, afirmaba que en los años 60 en un laboratorio de California, se realizó una fecundación "In vivo", de una hembra de chimpancé con semen humano. Según sus declaraciones la chimpancé quedó preñada y desarrolló el embarazo durante un mes hasta que se produjo un aborto.
Esta, y otras manipulaciones posteriores se llevan en estricto secreto.
Chiarelli opina que los monos-hombre podrían ser utilizados como mano de obra para trabajos pesados y arriesgados, como reserva de órganos de transplantes, o para la experimentación médica. Se puede suponer que el híbrido tendría una estatura inferior a la humana, un cuerpo más bien peludo y musculoso, y una cara simiesca, siendo probablemente estéril.
Dos especies diferentes son infecundas a causa de una barrera natural que existe entre ambas. Esta barrera defensiva esta constituida en primer lugar por la membrana de las células, dotada de características inmunitarias que defienden su especificidad y determinan (incluso entre individuos de la misma especie), el conocido fenómeno del rechazo de los tejidos o de los órganos. Tanto los espermatozoides como los óvulos son células y, en consecuencia, y debido a la barrera, el espermatozoide de una especie no está en condiciones de penetrar el óvulo de otra especie.
Chiarelli insiste en que esta barrera es superable gracias a las técnicas particulares de laboratorio que hacen penetrable el óvulo de una especie por el espermatozoide de otra.
En 1984, el Dr. Juri Yano, del Yerkes Primate Center en los EE.UU., consiguió obtener la fecundación entre diferentes especies de animales. Por tanto se puede afirmar que, en teoría, la fecundación de un óvulo de chimpancé por parte de un espermatozoide del animal humano es técnicamente posible, habiéndose llevado ya a cabo, y superando en algunos experimentos la fase embrionaria.
Es famoso el caso del Siabone, un híbrido nacido en 1984 del acoplamiento de una hembra de siamango con un gibón en el zoo de Atlanta, en Georgia (EE.UU.). Se trataba de especies muy diferentes entre sí, (genéticamente mucho más lejanas que el chimpancé y el mono domestico humano). El siamango tiene 50 cromosomas y el gibón 44 (seis cromosomas menos), mientras el chimpancé tiene 48 y el hombre 46, (sólo dos menos).
En 1987, en el centro de investigaciones del Departamento de Agricultura de Beltsville (Maryland), insertaron en embriones de cerdo el gen que regula el crecimiento humano. Resultando un animal de carne más magra, pero estrábico y artrítico, que transmitió estas características a su descendencia.
Más y más pruebas de vuestra animalidad….
¿Todavía seguís dudando ?
2 comentarios:
Cada vez que leo sobre los experimemtos en laboratorio, no puedo evitar un sentimiento de lo más desagradable. Podria considerarme en este aspecto muy retrograda.
Este art. me hace regresar por asociacion a los experimentos practicados en los campos de concentracion durante la 2ª guerra mundial.
No me sorprende en absoluto, la creación de monstruitos y que sobre todo se lo tienen callados. Aún quedan humanos y muchos que levantarían el grito al cielo. Una cosa es investigar las anomalías geneticas y otra es provocarlas.
Si pretendéis probar un fármaco para curar vuestras enfermedades, ¿Por qué no lo experimentáis sobre vuestros cuerpos, en lugar de utilizar los nuestros para vuestro provecho?
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